Asia
El «Té con Leche» que teme Pekín
Desde tiempos inmemoriales, China practica el divide y vencerás entre sus reinos vasallos fronterizos
La juventud del Sudeste Asiático, a favor de la independencia de Taiwán y Hong Kong, reacciona en las redes sociales contra el autoritarismo de la RP China. Se trata de «La Alianza del Té con Leche», un movimiento transfronterizo espontáneo (hashtag: #MilkTeaAlliance), en pos de mayores cotas de libertad, contra las élites corruptas de regímenes cada vez más próximos a Pekín. La buena situación en Taiwán, democrática y moderna, contrastaría con el desorden en Hong Kong y otros países de la ASEAN.
¿Por qué del «Té con Leche»? Es una bebida dulce –como casi todo en Asia–, popular en los cafés de Tailandia, Hong Kong y Taiwán, donde la influencia de Pekín se mira con recelo: los primeros lugares en incorporarse a una Alianza que ya tiene alcance asiático.
Según el Taipei Times, la Alianza nace en Bangkok cuando la modelo Weeraya Sukaram (Nnevvy en Twitter) –la novia del actor Vachirawit Chivaaree, famoso en China por sus series–, lanza un post preguntándose si el virus de la Covid-19 salió de un laboratorio. Una hipótesis barajada por Trump y Biden, quien solicitó una investigación acerca del Instituto de Virología de Wuhan (China).
La situación empeoró cuando, como protesta, un ejército de trolls chinos, denuncian otro post en Instagram, donde Weeraya habría sugerido que Taiwán –Pekín la considera provincia renegada–, no es parte de la RP China. Removiendo las cuentas de la pareja, habría aparecido un post adicional en la cuenta de Chivaaree, dando a entender que Hong Kong (RP China) sería un país. Abrumado por las críticas, probablemente absurdas, el actor tailandés se disculpó, retirando su comentario. Con todo, el boicot contra sus programas televisivos en China prosiguió.
Mientras tanto, la Junta del General Prayuth Chan-ocha ganaba las elecciones de marzo de 2020 en Tailandia, tras haber apartado de las urnas, ex ante, a los partidos opositores; se iniciaba una intensa represión en Hong Kong contra los disidentes políticos con la nueva Ley de Seguridad –así Pekín elimina los Derechos Humanos de sus ciudadanos–; y se encarcelaba injustificablemente a Aung San Suu Kyii, cuando el partido de la premio nobel barría a la oposición en las elecciones de Myanmar por mayoría aplastante, tras un golpe de Estado militar cruento con centenares de muertos.
No extraña pues que dos jóvenes héroes, ex líderes estudiantiles, mostraran su solidaridad con la pareja tailandesa en las redes: El disidente cristiano cantonés Joshua Wong, encarcelado en Hong Kong por Pekín, y Netiwit Chotiphatphaisal, activista tailandés pro Democracia. «Quizá podamos construir una nueva solidaridad panasiática que se oponga a todas las formas de autoritarismo», habría dicho Wong desde prisión. Un hito que amplifica el rol de las redes, nexo internacional entre grupos de jóvenes contra los abusos autoritarios y los trolls de la China comunista. Por ejemplo, en octubre, disidentes de Hong Kong comunicaban sus tácticas contra los antidisturbios a sus compañeros en Bangkok, manifestándose contra la junta militar tailandesa.
¿Es la Alianza síntoma de una pugna entre el individualismo liberal occidental, con raíces judeocristianas, y el holismo chino, jerárquico, autoritario y asiático? Esto sólo sería una sobresimplificación: el gran influjo occidental en el Sudeste Asiático, cruce de civilizaciones antes y después del colonialismo europeo, se siente hasta en el mismo mobiliario y costumbres en los cafés de Myanmar o Saigón; en el chabacano, el «español» que hablan ciertos filipinos, o el barrio portugués de Malaca (Malasia). Sin embargo, cientos de años antes que las europeas, las influencias fueron hinduistas, confucionistas, budistas y musulmanas.
Además, las primeras protestas se dieron en zonas de influencia budista con raíces étnicas chinas (Hong Kong, Tailandia, Myanmar, Taiwán): los posts en malayo son minoritarios por razones varias, empezando por el Islam. Aunque «todo fluye, nada permanece», existen grandes diferencias entre el budismo Theravada que domina el Sudeste Asiático –igualitario y compasivo–, y el imperante en la RP China, que encaja mejor con su paternalismo confucionista –jerárquico y elitista–. Por no hablar de la gran influencia soviética en el autoritarismo chino, desde la Academia Militar de Wamphoa al maoísmo, o la importancia de los cristianos y la Diáspora China histórica, en los centros urbanos de la ASEAN y Hong Kong.
La Internet le da alas a jóvenes afluentes que estudian hace décadas en universidades australianas o americanas: cierto liberalismo siempre ha estado ahí, en el capitalismo maduro de la ASEAN, sea en familias cristianas, hinduistas o budistas, generaciones. Mientras, desde tiempos inmemoriales, China practica el divide y vencerás entre sus reinos vasallos fronterizos. Lo que estos jóvenes asiáticos –entretenidos con el K-Pop coreano o películas americanas antes de la pandemia–, tienen claro hoy es que el autoritarismo chino ahoga las libertades, creatividad y vitalidad que hacían de Hong Kong o Bangkok grandes ciudades, ricas y cosmopolitas.
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