Irene Montero

Irene, eres tonte

Que comparta Gabinete con Margarita Robles, Calviño o Escrivá se me antoja un fenómeno paranormal.

Que Irene, Irena, Ireno o como quiera que se llame la tal Montero sea ministra del Gobierno de España me produce vergüenza ajena, infinita estupefacción y no menos indignación por cuanto su nada desdeñable salario (75.000 pavos) sale de los impuestos que pago religiosamente trabajando como un cabrón. Que ostente una cartera ministerial como antes hicieron intelectos superlativos de la talla de Abril Martorell, Joaquín Garrigues, Pío Cabanillas Gallas, Martín Villa, Boyer, Solana, Esperanza Aguirre, Isabel Tocino, Pilar del Castillo, Gallardón, la tan inolvidable como superlativa Loyola Palacio o Teresa Fernández de la Vega demuestra no sólo que cualquier tiempo pasado fue infinitamente mejor sino que, increíblemente, el nepotismo continúa haciendo estragos entre nuestras élites bien entrado el siglo XXI. Y que comparta Gabinete con Margarita Robles, Calviño o Escrivá se me antoja un fenómeno paranormal. No es una afirmación machista porque la meritocracia no entiende, como acabamos de ver, de sexos. Situarla en el mismo plano que a Robles, Calviño o Escrivá es como igualar a Cristiano, Mbappé o Messi con el delantero del equipo de mi pueblo. Un disparate moral e intelectual. Lo de intentar meternos en el cerebro lo del «todos», «todas» y «todes» representa una imbecilidad que en un país normal le costaría a su protagonista el puesto, además de la lógica estigmatización pública de por vida.

Esta terminología, en la cual se incluyen palabros como «no binario», «cónyuges supérstites» para referirse a las viudas o «progenitores gestantes» para aludir a las embarazadas, es el colmo de la gilipollez. Montero sólo había tenido un trabajo antes de ser ministra: cajera en una cadena de productos electrónicos. Un empleo tan respetable como otro cualquiera. El problema es que para llegar a ministr@ lo normal es forjar previamente un currículum. Escámez empezó de botones en el Banco Central y llegó a presidente tras un durísimo periplo en puestos intermedios. Irene, sí, su único mérito consiste en ser la pareja de Pablo Iglesias. Una situación habitual en dictaduras del Tercer Mundo (Nicaragua, por ejemplo) pero abracadabrante a los ojos de cualquier tamiz democrático occidental. Machismo versión Dios. Estábamos en ésas cuando la titular de Igualdad rebuznó esta semana una frase que constituye un insulto a las mujeres en general y a las afganas en particular. Cuando se le preguntó por la psicopática represión de género de los talibanes, replicó: «En todos los países se oprime a las mujeres». Sus vomitivas palabras son, para empezar, un acto de blanqueamiento de los terroristas megamachistas que mandan ahora en Afganistán por culpa de la idiocia de Biden. Para continuar suponen un insulto a la inteligencia: en España las mujeres no visten burka, van al colegio, circulan libremente por las calles, estudian en la universidad, no son lapidadas y, obviamente, están prohibidos los matrimonios de adultos con niñas de 12 años. Queda mucho por hacer en materia de igualdad pero estamos a años luz del país que mandan esos locos barbudos a los que convendría exterminar de la faz de la tierra. Irene, por mucho dinero público que manejes, 452 kilos anuales que van a parar a amiguetes, amiguetas y amiguetos en un más que presunto acto de malversación continuada, jamás dejarás de ser lo que eres: tonte. Muy tonte.

PD: si fueras hombre o no binaria, te diría lo mismo. La estupidez no entiende de géneros.