Enaltecimiento del terrorismo

Las buenas personas

Los homicidas, digamos etarras, hacen astillas con los huesos de los niños, bailan sobre sus tumbas y escupen a sus padres porque conviene para avanzar la causa

Un actor totémico, Luis Tosar, ha confesado que de jovencito militó cerca del nacionalismo gallego y que si hubiera vivido en el País Vasco a lo peor hubiera terminado en ETA. Unas declaraciones honestas. No blanquea el terror. Examina la adolescencia, una edad violenta, con el escáner del hombre maduro. Imaginen el escándalo. Con todo, no me interesan los aullidos, las imprecaciones o el escándalo. Resultan más jugosos, e igual de desnortados, los comentarios de quienes rechazan las críticas porque estamos ante una bellísima persona. No entienden que al terrorismo a menudo lo activa el anhelo de mejorar el mundo. La funesta manía de ahormar al hombre a un ideal profano o divino, pero siempre sublime. Los fanáticos, pongamos yihadistas, matan a gente por su bien. Los homicidas, digamos etarras, hacen astillas con los huesos de los niños, bailan sobre sus tumbas y escupen a sus padres porque conviene para avanzar la causa, porque ayuda a romper las aguas, porque permite a la raza embocar la tierra prometida. Para limpiar los pecados del mundo y abrir los portones de la luz. Igualito que los terroristas del País Vasco, que asesinaban para liberar a un pueblo oprimido, aunque después de mi viaje a Mondragón juraría que lo único que tienen oprimido es la panza, estrujada por el cinturón. De Eta a las Farc o Sendero Luminoso, sin olvidar a los cachorros que ayer no más gritaban puta a las víctimas, son millonarios en ideales, acaudalados en buenos sentimientos y ricos en buenísimas intenciones. Todo esto encaja con un estudio publicado en Nature, que encontré gracias a esa biblioteca de Alejandría que es el muro en Facebook del filósofo Félix Ovejero. Como explica el autor de tantos artículos y libros esenciales (El compromiso del creador, La deriva reaccionaria de la izquierda, Secesionismo y democracia), los autores del paper explican que «los valores morales –que promueven la cohesión y la colaboración en muchos contextos– pueden ser también la base de conductas morales repugnantes. Como han violado un valor moral se merecen el castigo y lo que hagamos contra ellos está justificado». Las mejores causas y los más puros sentimientos también pueden llevar al infierno.