Historia

Franco y las novatadas

Se convirtió en la escuela militar mejor orientada de las que hasta entonces habían existido en España

José Ignacio Palacios Zuasti

Al comienzo del curso 2019-2020, ante los desmanes provocados por las novatadas en varias universidades, colegios mayores y ciudades, el Gobierno de Pedro Sánchez anunció que iba a tomar medidas para erradicarlas. Ha necesitado dos años para aprobar un proyecto de ley de convivencia universitaria en el que se tipifica como falta grave las novatadas y se castiga con la expulsión de hasta tres años al alumno que las haga. Y la portavoz del Gobierno, al anunciar tal medida, ha dicho que con ella se termina con una «disposición franquista»; es decir, ha lanzado un mensaje subliminal de que Franco estaba a favor de ellas o, al menos, las permitía y toleraba.

Dejando a un lado el hecho de que dentro de dos meses se van a cumplir 46 años de su muerte y que de estos los socialistas han gobernado este país durante más de 25 años, ¡por lo que tiempo han tenido más que suficiente para derogar esa disposición reglamentaria de la etapa del ministro de Educación Joaquín Ruiz-Giménez!, conviene no olvidar que a Francisco Franco, sus recuerdos de los tiempos de cadete y todo aquello que quería reformar de lo vivido en la Academia de Toledo, le imprimió una gran vocación por la enseñanza pero su veloz carrera militar no le permitió ejercer como profesor. La oportunidad para plasmar sus ideas le llegó cuando, ya en su etapa de general de brigada, le fue encomendado el encargo de poner en marcha y dirigir la Academia General Militar de Zaragoza y, entonces, con el empuje y vigor de un general de 35 años de edad, pudo hacerlo realidad. Esto sucedió en 1928 y de ese Centro militar, antes de que el 1 de julio de 1931 el ministro republicano de la Guerra, Manuel Azaña, dispusiera su cierre, salieron tres promociones con un total de 720 oficiales a los que, en su condición de profesor de profesores, además de imprimirles la enseñanza militar, les inculcó una serie de virtudes como la lealtad, la caballerosidad, la disciplina, el cumplimiento del deber y el espíritu de sacrificio, al tiempo que exaltó en ellos el compañerismo, con lo que logró establecer una estrecha unión entre todos y entre todas las Armas a las que estos pertenecían.

La Academia General dirigida por Franco, que era la única guarnición militar de Zaragoza en la que se vivía al margen del apasionamiento político de esos años convulsos, se convirtió en la escuela militar mejor orientada de las que hasta entonces habían existido en España y en ese momento no había ningún centro de enseñanza oficial en nuestro país que a ella se pudiera comparar en organización técnica, en perfección pedagógica, en disciplina y compañerismo. Por eso, no es de extrañar que el entonces ministro francés de la Guerra, André Maginot, después de visitarla, le dijera al rey Alfonso XIII: «He de expresarle mi admiración y decirle, sin exageración, que vuestra organización es perfecta y que, entre todas las academias militares de Europa, es la vuestra, sin duda, la más moderna.»

Cuando, el 14 de julio de 1931, llegó la hora de su cierre, Franco se despidió de sus cadetes con su famoso, meditado y firme discurso en el que apeló a la virtud de la disciplina, en el que dijo: «Se deshace la máquina, pero la obra queda. Nuestra obra sois vosotros, los 720 oficiales que mañana vais a estar en contacto con el soldado, los que los vais a cuidar y a dirigir, los que, constituyendo un gran núcleo del Ejército profesional, habéis de ser, sin duda, paladines de la lealtad, la caballerosidad, la disciplina, el cumplimiento del deber y el espíritu de sacrificio por Ia Patria.» Cinco años después cuando, en palabras pronunciadas por uno de esos cadetes, el general Gutiérrez Mellado, en el momento en el que Adolfo Suárez le nombró vicepresidente del Gobierno, en octubre de 1976, «el Ejército se sublevó contra una anarquía que es lo que había llegado a ser la España de 1936 y que amenazaba con llevar a una desintegración total a la Nación …», más del noventa y cuatro por ciento de esos oficiales se alinearon con el que había sido su director en la guerra civil.

Pues bien, conviene recordar que en esa Academia General Franco prohibió rigurosamente las novatadas que se habían infiltrado en las academias especiales y logró erradicarlas. Y, por eso, en ese discurso ya citado dijo: «Las novatadas, antiguo vicio de Academias y cuarteles, se desconocieron ante vuestra comprensión y noble hidalguía». Estas palabras las pronunció hace más de noventa años por lo que, en materia de novatadas, pocas son las lecciones que el Gobierno de Pedro Sánchez le puede dar a Franco de lo que hay que hacer.