Tribunales

El Prenda

Pide perdón en una carta a la víctima y sus familiares y solicita que se incluya en su expediente para que le den un permisito

Si fuera por mí, José Ángel Prenda se podría ir a la mierda de por vida. Esta basura que ahora pide perdón a la víctima y que ruega que conste en su expediente para que le puedan otorgar un permisito, es uno de los integrantes de La Manada, ese grupo compuesto por escoria que perpetró una violación grupal en un portal de Pamplona durante los Sanfermines de 2016. Déjenme que les recuerde los nombres de estos cinco hijos de perra (con mis disculpas a las perras) para que no caiga el caso en el olvido. Se llaman José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena (militar), Antonio Manuel Guerrero Escudero (guardia civil), Jesús Escudero Domínguez y Ángel Boza Florido. Este ramillete de escoria violó a una chica de dieciocho años, escena que fue grabada y distribuida hasta llegar a la redes sociales. La víctima fue objeto de escarnio y humillación pública pero nada de eso hizo mella en los magistrados de la Audiencia Provincial de Navarra que absolvieron a los acusados del delito de agresión sexual y que sólo observaron abuso sexual con prevalimiento porque, a su entender, no hubo violencia ni intimidación. El voto particular de uno de ellos, el juez Ricardo Javier González González fue especialmente vomitivo, ya que llegó a considerar que en el portal se vivía un ambiente de «jolgorio y regocijo» y que los acusados ni en sus gestos ni en sus palabras tenían intención de «burla, desprecio, humillación, mofa o jactancia de ninguna clase». Vamos, que una chiquilla a la que penetran cinco veces por la boca, tres por la vagina y una por el ano, lo estaba pasando estupendamente, idea que también dejó caer el abogado defensor, Agustín Martínez Becerra, que igualmente nos llevó a la arcada seca. Al final entró en el proceso el Tribunal Supremo y enmendó el dislate. Cinco años después (y con una nueva condena por abuso sexual y contra la intimidad de otra joven en Pozoblanco) el Prenda pide perdón en una carta a la víctima y sus familiares y solicita que se incluya en su expediente para que le den un permisito. Tiene una segunda trampa: no reconoce el delito expresamente, sólo de forma tácita. El asco es tan profundo como su miserable indigencia moral.