PSOE

La consagración del sanchismo

Los congresos no sirven para nada. Es un parque de atracciones del partido

He de reconocer que los congresos destinados a la apoteosis del líder me resultan entrañables. Las primarias han servido para acabar con los barones, que quedan como meros figurantes, y todos los cargos del partido se someten dócilmente a los deseos del secretario general del PSOE. No es necesario pactar ningún órgano de gobierno, porque la legitimidad viene de las bases e incluso se puede cambiar de compañeros de viaje sin ningún problema. Los que hace unos años le resultaron imprescindibles son ahora rémoras prescindibles. Es lo que hizo en el gobierno y toca hacer en el partido. El sistema tradicional exigía unos ciertos equilibrios internos para sumar los votos de los delegados mientras que las primarias hacen que estén obligados a asumir la voluntad de Sánchez, que es el secretario general con más poder de la historia del PSOE. Este congreso es la consagración del sanchismo, al que le queda, a diferencia de lo que piensa el centro derecha, mucha vida por delante. Tiene más de dos años para poner a tope la máquina propagandística y cuenta con todo el poder que representa La Moncloa.

Los congresos no sirven para nada. Es un parque de atracciones del partido, donde los asistentes pueden compadrear con los principales dirigentes, escuchar sus soflamas y ver al líder, aunque algunos afortunados podrán estrecharle la mano o, incluso, abrazarle. Como es normal, sin ningún atisbo de autocrítica, los ministros pegarán su rollo entre los encendidos aplausos de los militantes. Tendrán la oportunidad de hacer miles de fotos con los teléfonos móviles para luego enseñarlas a amigos y familiares. Es un ritual agradable, como hizo el PP hace unos días, porque los seguidores regresan a casa llenos de moral de victoria. No sucederá lo mismo con los sacrificados en el altar del sanchismo, porque quedarán relegados y no tendrán la suerte de sentarse en la ejecutiva federal. Es posible que alguno reciba un irrelevante premio de consolación. Es muy duro pasar de subir al escenario a sentarte en una incómoda silla convertido en un militante con más pasado que futuro. Es el momento de la apoteosis triunfadora, cuando el líder carismático se une a los miembros electos entre los aplausos de un público que se levanta de sus sillas y lanza gritos de apoyo. Y al tercer día, Sánchez hablará.