Política

Partidos menguantes y desaparecidos

Los partidos de centro puro no alcanzan a estabilizarse en nuestro sistema

En nuestro país, los partidos políticos tradicionales tienden a conservar un respaldo importante del electorado, a pesar del desgaste que han venido sufriendo desde 2015. La fragmentación de la representación electoral que reina desde entonces ha impedido a esos partidos gobernar en solitario, pero no los ha pulverizado, como ha ocurrido en otros países europeos. Lo que sí que ocurre en nuestro país es la desaparición de partidos que en algún momento alcanzaron un alto grado de predicamento en la opinión pública. Está ocurriendo con Podemos, que se va desvaneciendo a trompicones, diluido en el comunismo clásico, resucitado treinta años después de la caída del Muro de Berlín. Y ha sucedido, sobre todo, con Ciudadanos, que según la última encuesta publicada en estas páginas obtendría hoy un diputado, después de haber alcanzado 57 en 2019, hace poco más de dos años. Eso significa la desaparición de Ciudadanos tras un breve momento de esplendor.

Es difícil comprender un movimiento tan brusco del electorado. Sin duda que los partidos de centro puro no alcanzan a estabilizarse en nuestro sistema, atrapados como están entre las lealtades, muy sólidas, a los grandes partidos y la cuestión nacionalista, que desequilibra todo el régimen. Es posible que si Ciudadanos hubiera sabido permanecer en Cataluña y rentabilizar su éxito de 2017, hoy fuera uno de los partidos más influyentes de España. No fue así, y aquí está la primera causa de la defección de sus electores: un partido que era por vocación nacional, catalán y antinacionalista se diluyó en las veleidades de sus dirigentes en Madrid.

En su momento, el voto a C’s fuera de Cataluña fue interpretado, además de una afirmación antinacionalista, como la expresión de un sector profesional, dinámico, cosmopolita, «urbanita» y «moderno», en términos convencionales, por oposición al voto más conservador y «antiguo» del Partido Popular. Un voto más liberal, en una palabra. La ficción no duró gran cosa y el desplome de C’s en Cataluña ha ido acompañado de su crisis total en el resto de España. ¿Querrá esto decir que ha desaparecido ese votante de espíritu liberal que C’s aspiró a representar? Probablemente, no. Lo ocurrido, probablemente, es que al recuperar el PP algo de la idea liberal, C’s, habiéndose olvidado del antinacionalismo, ya no tenía razón de ser. En el fondo, la España «moderna» y «urbanita» no se veía a sí misma en una posición completamente ajena al PP. Los monumentales errores cometidos por Inés Arrimadas han hecho el resto.

Queda huérfano el voto antinacionalista en Cataluña, que el PP todavía no consigue atraer, y esa parte socialdemócrata de C’s, heredera de UPyD, que era un poco, con respecto al PSOE, lo que C’s representaba con respecto al PP: una tendencia socialdemócrata en el auténtico sentido de la palabra –no como finge serlo el PSOE. La incorporación de estas dos posiciones al PP no es tan fácil como parece. El PP puede esforzarse por redorar sus antiguos blasones antinacionalistas, pero después de lo ocurrido en 2017, habría de hacerlo con un planteamiento diferente del Estado autonómico. Atraer el pequeño voto socialdemócrata resulta más sencillo, pero seguramente contribuirá a consolidar una posición más conservadora y de clara alternativa, como es la de VOX. En cualquier caso, lo que sí que no parece fácil es que C’s sobreviva.