Volcán

No nos olvidéis

Sobre el terreno, los reporteros escuchan siempre el mismo comentario suplicante, a su alrededor: «Nos os vayáis de aquí, miedo nos da el día que recojáis los bártulos»

«¿No os cansáis los periodistas de hablar de La Palma?». Esta semana, me han hecho varias veces la misma pregunta. Y tengo que reconocerte que me ha entristecido escucharla. Somos una sociedad curada de espantos, de noticias impactantes. En un primer momento prestamos verdadera atención al hecho que nos cuentan y que nos sorprende o, incluso, nos enfurece. Lo viralizamos con pasión en las redes sociales, nos escandalizamos de la mentira de un político, comparando declaraciones suyas de hoy y de ayer, completamente contradictorias. Nos rasgamos todos las vestiduras, pero de ahí no pasa. Miramos a otro lado y seguimos con nuestras vidas. Y si un hecho se repite muy frecuentemente, por muy terrible que nos resulte, lo asumimos, anestesiados.

No es ético cansarse de informar de una catástrofe inconclusa que nos afecta, lo mismo que una da cuenta a diario de la situación de la pandemia, de casos de corrupción política, de cada capítulo de crisis de egos en el Gobierno de coalición o, sin ir más lejos, de la imparable escalada de los precios, alentada por la subida de la electricidad y el combustible (véase el último dato del IPC). ¡Como si tuviéramos que hartarnos ahora del drama de miles de personas, compatriotas que se han quedado con lo puesto de un día para otro!

Sobre el terreno, los reporteros escuchan siempre el mismo comentario suplicante, a su alrededor: «Nos os vayáis de aquí, miedo nos da el día que recojáis los bártulos». Los palmeros saben bien que ese día llegará, y se aferran al viejo refrán de los ojos que no ven, corazón que no siente. Tienen razón. Se acuerdan de los afectados de Lorca, de San Llorenç, de tantos otros lugares.

Desde el minuto uno de esta pesadilla, aun en estado de shock, los habitantes de la isla han ayudado en lo posible al profesional que trabaja para ayudarles, lo mismo que al que informa de su desgracia y vive junto a ellos tantas noches de inquietud, en las que resulta imposible dormir por los rugidos del monstruo, por los seísmos constantes que provoca. El volcán se ha vuelto más furioso esta semana, si cabe: se rompe por dentro y vuelve a escupir sus entrañas ante las cámaras una y otra vez, mientras avanzan por las laderas coladas de lava reactivada que arrasa viviendas y amenaza de nuevo con volver a tocar el Atlántico, generando más gases tóxicos, más problemas.

¿Cómo olvidarles? Pretendemos ser testigos de cómo llegan hasta ellos las ayudas económicas «de urgencia» que Pedro Sánchez prometió, en su primera visita a la isla. De momento, no han visto ni un euro del Gobierno central. Los palmeros siguen atrapados en su drama existencial, arropados por la solidaridad de sus propios vecinos, de los efectivos sobre el terreno, de tantos compatriotas. Y de los reporteros.