Política

Se acabaron los «sugus»

Más trabas a otra industria que mantiene no pocos empleos en nuestro país

Desde el regreso de la democracia a España hace ya más de cuatro décadas, siempre sobrevoló el gran interrogante a propósito de las posibilidades a medio o largo plazo de la entrada de un dirigente del partido comunista en el gobierno de la nación, particular sobre el que parecía haber un consenso general presumiendo la alta competencia del interfecto con independencia de sus ideas políticas. A nadie le hubiera extrañado la presencia con todo su peso y bagaje en un ejecutivo de perfiles como Nicolás Sartorius, Jordi Solé Tura o Ramón Tamames y nadie habría dudado de que dejarían alto el listón de la eficacia marcado desde el PCE. Pero cosas de la vida y de la política resulta que el primer secretario general del Partido Comunista que, cuarenta y cuatro años después de la legalización de este partido, accedió a un gobierno de España pasa por ser uno de los más manifiestamente irrelevantes ministros que se han sentado en un gabinete, por obra y gracia de una cuota dentro de la cuota de otra formación de izquierdas como Podemos, que previamente no había tenido excesiva dificultad en «merendarse» lo que quedaba de la Izquierda Unida fundada por Anguita.

Alberto Garzón ostenta un ministerio como el de consumo, de esos que se crean con los mimbres del negociado de una secretaría de estado y considerados «maría» pero –que nadie se engañe– con un nada despreciable potencial para hacer política, casi groseramente desaprovechado por su titular desaparecido en las grandes cuestiones que tienen que ver precisamente con los intereses de la generalidad de consumidores y sin embargo mosca «cojonera» que aparece de la manera más inoportuna incluso para hacer un roto a los suyos, como fue el caso de la polémica a raíz de la recomendación de no consumir carne, públicamente desautorizada por el propio presidente y que situó a Garzón como claro candidato a practicar el «vuelo sin motor» en la amplia remodelación que días después afrontaba Sánchez en su gobierno.

Ahora el ministro de Consumo –mudo durante los meses en los que ciudadanos consumidores miran con pánico la llegada de la factura de la luz– ha decidido anunciar la prohibición de la publicidad audiovisual dirigida a niños sobre chocolates, pasteles, helados, zumos o caramelos. Mas trabas a otra industria que mantiene no pocos empleos en nuestro país, tanto en el sector alimentario como en el de la comunicación, en una deriva obsesiva por cambiar los hábitos hacia derroteros supuestamente más saludables a través de la prohibición, siempre la prohibición. A Garzón no parecen haberle gustado nunca ni los «sugus», ni las gominolas ni el «frigodedo». ¿Cannabis? Sí, claro; ¿bocadillos de Nocilla? No.