
Tradiciones
Así es la fuente más milagrosa de Galicia de la que brota vino en lugar de agua
Cada 29 de julio, sus caños arrojan un tinto casi mágico que rinde homenaje a la tradición y al comercio local de la ciudad gallega más antigua

En Galicia, tierra de meigas, leyendas y milagros cotidianos, hay uno que se repite cada año con una irresistible puntualidad: el vino brota de una fuente del siglo XVIII, en lugar habitual para el agua. Sucede cada 29 de julio en Lugo, en la Praza do Campo, cuando la fuente barroca de San Vicente se convierte en el epicentro de una celebración única que mezcla tradición, homenaje y buen humor.
Se trata del llamado “Milagro de San Vicente”, una fiesta organizada por la asociación Lugo Monumental, que agrupa a los negocios del casco histórico de la ciudad.
Coincide con la festividad de Santa Marta, patrona de los hosteleros, algo que no resulta casual: esta fuente se encuentra en el corazón de la zona de vinos de Lugo, donde confluyen las calles más tradicionales y vivas del casco antiguo. Allí, el vino fluye literalmente por los caños, dando paso a una de las fiestas más originales de Galicia.
Un milagro “asistido”
El milagro no es divino, pero sí muy ingenioso. A partir de las 20.00 horas, tres grandes bidones llenos de vino se conectan mediante tubos alimentarios a los caños de la fuente de San Vicente.
Así, el vino sale por donde normalmente lo haría el agua, sin tocar en ningún momento la piedra original del monumento, lo que garantiza su conservación y asegura, además, la higiene del evento. “Un uso garantista del patrimonio”, como señala la propia organización.
La distribución corre a cargo de Viliga (Vinos y Licores de Galicia), y el Ayuntamiento de Lugo colabora activamente para que el festejo se convierta en una auténtica celebración popular, con animaciones callejeras y participación abierta. El vino se sirve de modo gratuito a todos los asistentes, y la fuente se transforma en una especie de altar efímero a la alegría, la tradición y el buen beber.
Premios con alma local
Pero el milagro no se queda en lo anecdótico. En cada edición, Lugo Monumental aprovecha para rendir homenaje a dos pilares del centro histórico: la hostelería y el pequeño comercio. Este año, el premio “A toda una vida” recae sobre el Café del Centro, un local con más de 120 años de historia situado en la Praza Maior.
Fundado en 1903 como “Café Moderno”, fue uno de los primeros establecimientos con doble luz eléctrica y de acetileno. Su historia está marcada por la cultura y la anécdota: por allí pasaron espías que engañaron a Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, como Juan Pujol y su esposa Araceli. Y entre sus mesas se rodaron películas como La vieja música, El rey del río o Hitler Garbo y Araceli.

El segundo reconocimiento es para Confecciones García, en la calle San Pedro, emblema del comercio de toda la vida. Fundada en 1955, esta mercería es la más antigua de Lugo y una de las más veteranas de España. Su apuesta por el trato cercano, la calidad y el producto gallego ha sido constante durante tres generaciones, y hoy en día sigue combinando su escaparate físico con la atención personalizada en su tienda online.
Socio de honor
Además de los premios, la asociación Lugo Monumental también introduce toques de humor y cercanía. Este año se ha nombrado “socio de honor” al “peatón desconocido”, como agradecimiento simbólico a todos los lucenses que siguieron acudiendo al casco histórico durante las obras de peatonalización.
Un gesto que da cuenta del espíritu que impregna esta fiesta: poner en valor lo cotidiano, agradecer lo invisible y celebrar lo propio.
A fin de cuentas, que una fuente eche vino no debería sorprender en una ciudad como Lugo, la más antigua de Galicia donde las murallas romanas conviven con bares centenarios, y donde el comercio local se configura como uno de los símbolos de su identidad.
El “Milagro de San Vicente” no es, así, una extravagancia de verano, sino una reivindicación de lo que hace únicos a los barrios históricos, de la vida que surge en cada calle peatonal, de los cafés con historia y de las tiendas con alma.
Por eso, cuando el vino empieza a correr por los caños de piedra, no se celebra una fiesta; arranca un homenaje colectivo a Lugo y a su forma, milagrosa, sin duda, de mantener las tradiciones.
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