Opinión

Presupuestos contra el Estado

El tener en España un Gobierno que pacta la ley más importante del año, la de Presupuestos Generales del Estado, precisamente con los enemigos de ese Estado, y que no ocultan que trabajan para destruirlo, es sinónimo de estar viviendo instalados en una absoluta contradicción, que viola el principio de que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo (principio de no contradicción). Es un oxímoron que la ley que resume e integra todos los recursos públicos del Estado y los distribuye priorizando el interés general y el bien común salga adelante gracias al apoyo de grupos cuyo objetivo es la desaparición de la unidad de la Nación española, que por y para algo es el fundamento de la Constitución.

Si el papel lo aguanta todo y matemáticamente todos los votos tienen el mismo valor aritmético, lo cierto es que políticamente no es así en absoluto. Estamos ante la realidad política de una ley que condensa un programa de gobierno, no ante la resolución de una ecuación algebraica para alcanzar como sea los 176 votos necesarios para tener la solución al problema de Sánchez, que sencillamente es seguir en La Moncloa al precio que sea. El problema es que ese precio no lo paga él, sino España y los españoles. Es lamentable contemplar a grupos como ERC o Bildu, que se jactan públicamente de los jirones que rasgan de la autoestima y patriotismo de los españoles.

El daño que Sánchez está infligiendo puede no ser constatado ahora en su definitiva gravedad, ante una España que aparenta estar instalada «entre la muerte y el bostezo», como escribiera Antonio Machado y cantara Serrat. Valores como el patriotismo parecen no existir, y el compromiso con la verdad está desaparecido de la vida pública ante la indiferencia general. Una nación no puede sobrevivir instalada en la corrupción ética y moral, ya que «la fuerza de una democracia depende de los valores que defiende», y el único valor tangible de la nuestra parece ser la mera conquista del poder por el poder. En los pueblos, como en las personas, es necesario tocar fondo para comenzar a subir a la superficie. Es esta una realidad que alimenta y sostiene nuestra esperanza en un futuro mejor para España. Esperanza como virtud teologal, que no mero optimismo laico, totalmente ilusorio ante la triste realidad que tenemos ante nosotros.

Una imagen vale más que mil palabras, y es muy expresivo ver a Sánchez ostentando orgulloso en la solapa de toda chaqueta el símbolo de la Agenda 2030. Sobre todo, cuando además el responsable de la gestión de ésta es el secretario general del actual PCE.