Opinión
La Medalla Milagrosa en la historia
Hoy 27 de noviembre es una fecha muy celebrada en el mundo católico, la «Virgen de la Medalla Milagrosa», evocando las apariciones marianas de 1830 en la Rue du Bac en París, a una joven religiosa de las Hijas de la Caridad, hoy Santa Catalina Labouré. Esas apariciones del 18 de julio y del 27 de noviembre de 1830 forman parte no solo de la Historia de la Iglesia, sino de la misma Francia, devastada por la Revolución y las guerras napoleónicas; y precedieron y anunciaron la conocida como «Revolución de Julio», que estalló en los días siguientes y derrocó al último Borbón, Carlos X, reinante tras el Congreso de Viena que quiso restaurar el régimen absolutista previo a la revolución de 1789.
La Rue du Bac fue el comienzo de una constelación de mariofanías producidas durante el siglo XIX en la « fille aînée de l’Eglise» –la hija primogénita de la Iglesia– como la definieron los papas, tras la conversión del rey de los francos Clodoveo en 496. Le siguieron La Salette (1846), Lourdes (1858), Pontmain (1871) donde evitó que los victoriosos prusianos arrasaran Francia, y Pellevoisin (1876).
Por medio de ellas, la Virgen fue transmitiendo a los franceses la necesidad de volver a sus raíces, entonces cegadas por el imperante laicismo racionalista y anticristiano, para evitar lo que finalmente se produjo: la guerra Franco-Prusiana primero y las dos Guerras Mundiales después, con una cronología de sucesos bélicos llamativamente acompasada a las advertencias previas. Además de ello, esta aparición, junto a otra similar en Roma doce años después, preparó la definición dogmática de la Inmaculada Concepción en 1854, ratificada en Lourdes cuatro años después por Ella misma.
La Medalla que la Inmaculada le mostró a Catalina y le mandó acuñar y distribuir, debe su popular denominación a la cantidad ingente de curaciones y conversiones obtenidas por los parisinos portadores de la misma afectados dos años después a causa de una terrible epidemia de cólera que ocasionó más de 20.000 muertes. Todo esto la popularizó hasta el extremo de pasar a ser venerada como es conocida hoy.
Ella se muestra con los brazos abiertos en actitud de acogida, y con rayos luminosos que parten de anillos de sus manos: «Son las gracias y favores que concedo a quienes me las piden», le dijo a Catalina Labouré tras preguntarle por su significado. Como viera la joven que de algunos anillos de sus dedos no partían esos rayos, la Virgen le comentó que eran «las gracias que no me piden mis hijos». Algunos astutos le piden especialmente por esos favores no solicitados. Y con gran éxito, al parecer.
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