Pandemia

Me ha tocado la covid

«Nos convertimos, gracias al omnímodo poder del Estado, en sujetos bajo sospecha»

Al final he caído. Soy uno más de la fría estadística. El viernes tenía dolor de garganta, estaba destemplado y con dolor de cabeza. No tenía fiebre. Como soy propenso a coger resfriados o gripes sin importancia, pero llevaba sin sufrirlos desde la irrupción de la covid, pensé que habían regresado. Me podía sentir afortunado por este período sin toser. En otras ocasiones nunca me había quedado en casa y había hecho vida normal. El lunes descubrí, en una prueba rutinaria, que era otra víctima del bicho a pesar de las mascarillas y las precauciones. En la televisión y la radio había dicho que todos acabaríamos pasando la enfermedad, aunque la virulencia ha remitido y no sufrimos una situación de alarma como sucedió al principio. Como soy algo maniático y previsor, me había preocupado de tener la pauta de vacunación completa con tres dosis. En mi caso, y sin ánimo de minimizar la pandemia, ha sido el catarro más leve que he sufrido en mi vida. Por tanto, soy muy afortunado. La parte negativa es que estoy confinado en casa, algo que detesto, pero sigo trabajando con la incomodidad de llevar la mascarilla en casa para no contagiar a mi familia.

Es cierto que al notar que tenía la garganta cargada y tosía decidí ser precavido y me aislé, aunque estaba convencido de que no la había contraído porque los síntomas eran muy leves. Me equivoqué y mi optimismo no tenía ningún fundamento. La parte positiva es que estoy aprovechado para hacer cosas que había pospuesto por culpa de poner por delante los asuntos urgentes frente a los importantes, algo normal en mi vida. Ahora tendré mayores defensas en el futuro y espero ansioso la prueba que me liberé del confinamiento. Un aspecto interesante cuando ha disminuido la gravedad, salvo excepciones, es que los contagiados somos culpables por habernos contagiado. Hay una histeria colectiva que ha convertido lo anormal en normal. Es absurdo. Una enfermedad es siempre algo no buscado. Es una carga que tenemos que asumir. En este caso con consecuencias leves. A pesar de ello, se nos limitan los movimientos, cosa que no sucede con la gripe o cualquier otra dolencia, impidiendo nuestro libre albedrío. Nos convertimos, gracias al omnímodo poder del Estado, en sujetos bajo sospecha.