Inflación

El sexo de la inflación y el sueño de algunos Gobiernos

La inflación media puede ser el 2,78%, pero los precios para los españoles han subido un 6,7% en 2022 y un 5,7% para los alemanes, digan lo que digan gobiernos y expertos

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, afronta otro desafío colosal. La inflación en la zona euro cierra 2021 con una subida del 5%, la más alta de su historia. En España está todavía más arriba, en el 6,7%, y también en Alemania, un 5,7%, mientras que las tasas de Italia, 4,2%, y Francia, 3,4%, son menores. «La inflación es esencialmente antidemocrática» defendía Ludwig von Misses, el histórico pope de la escuela austríaca –liberal– de economía. Lagarde, la «vice» Nadia Calviño en España, y otros gobernantes europeos insisten en que es algo temporal. Pueden equivocarse. Además, apelan a las tasas medias, el 2,6% en Europa y en el 2,78% en Europa, que es la forma ortodoxa, en términos económicos, de medir el fenómeno, pero que genera confusiones, y que podría derivar en una discusión sobre «el sexo de la inflación», heredera de la histórica bizantina –también inútil– sobre el sexo de los ángeles. La inflación media puede ser el 2,78%, pero los precios para los españoles han subido un 6,7% en 2022 y un 5,7% para los alemanes, digan lo que digan gobiernos y expertos.

Henry Hazlitt, filósofo y economista americano, seguidor de Misses, insistía en que «las causas de la inflación no son, como suele decirse, “múltiples y complejas”, sino simplemente el resultado de la excesiva impresión de dinero». Los precios suben desde hace meses por los cuellos de botella de las economías, cierta escasez y por el alza de la energía, pero en un entorno inundado de dinero por los bancos centrales para luchar contra la pandemia. Varios expertos predicaron en el desierto que el experimento devendría en inflación y ahora el reto, hercúleo, por ejemplo de Lagarde, es reconducir la abundancia de dinero sin perjudicar a las economías y no hay precedente de embridar a la inflación sin dolor. Keynes, ahora incluso alabado por podemitas, ya explicó que «con un proceso continuado de inflación, los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de los ciudadanos». La depreciación del dinero es quizá el método más sencillo, más taimado y más doloroso de reducir la deuda pública. Por eso, aunque no lo confiesen, hay gobiernos que anhelan algo de inflación, ignorantes de que desata todos los males, como los que salieron de la caja de Pandora y en la que sólo quedó la esperanza cuando pudo cerrarse no sin dolor. Calviño lo sabe, pero no es obvio que Sánchez lo tenga claro. Los precios suben un 5% aunque la media sea el 2,6%. El sexo de la inflación y el sueño de algunos gobiernos.