Enseñanza
Enseñanza
Muchos alumnos (¡no todos, por fortuna!), están en su metaverso y se lo pasan todo por el reverso
Tengo un amigo, profesor universitario que, en una de sus últimas clases, lo pasó fatal mientras dos de sus alumnas se masturbaban mutuamente, a la vista de todos sus compañeros, y por supuesto de mi compadre profesor, nacido en los años 60 del siglo pasado, que nunca imaginó que vería un espectáculo así, por lo menos sin tener que pagar entrada. Mientras me refería el episodio, quedeme estupefacta. Más que él, si cabe. (Bueno, en realidad no cabe, pero es una manera de hablar). Mi catedrático amigo no supo qué hacer. Allí estaba él, tartamudeando sobre lo suyo, un supuesto tema de conocimiento académico superior, mientras la mayoría de sus alumnos mandaba mensajes de wasap, se entretenía con videojuegos, consultaba las redes sociales, se masturbaba… Muchos alumnos (¡no todos, por fortuna!), están en su metaverso y se lo pasan todo por el reverso. Es fama. Total, el aprobado ya lo tienen. Mientras que los profesores, profesoras y profesoros, se reafirman cada día en la idea de que la enseñanza universitaria sería un trabajo estupendo si no fuese porque hay que dar clases. De repente, mi desdichado amigo se preguntó a sí mismo qué demonios estaba haciendo allí, en el aula de una universidad pública de Humanidades. Y se respondió que menos mal que no daba clase en una Facultad de Inhumanidades. Se cuestionó qué sentido tenía seguir manteniendo una farsa docente tal. Se preguntó porqué no daba todas las clases on line, sin ver siquiera los rostros de sus alumnos en pantalla. ¡Que apareciese solo el suyo, y que se conectase, «muteado», quien quisiera!, de forma voluntaria, y por un cierto interés, por vago que fuera. Se preguntó por qué no se iba de voluntario al Nepal, o a Marte, con toda su familia. Y se cuestionó su vida entera. «¿Ves?», pensé yo, mientras lo escuchaba pasmada, «por eso tú, en vez de quejarte, deberías estar contenta de no ser académica… No hay sueldo fijo funcionarial que compense algo así». Pobre amigo mío. Pobres chiques, también. Y pobre futuro, el que nos espera.
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