
Pedro Sánchez
Cuando el líder deja de aportar un plus
Cuando la fuga de apoyos hacia otras formaciones es incontenible, el clima social suele ser de rechazo al líder. Les ha pasado a todos, Sánchez no va a ser una excepción
Cuando un presidente de gobierno deja de aportar un plus de voto a su partido es que está quemado o empieza a estarlo. Cuando llega al poder su victoria es replicada en los siguientes procesos locales, es lo que se llama un partido en racha.
A esa fase le sucede una de estancamiento en la que deja de crecer. Ese es el principio del fin, depende del carisma y del liderazgo social que el final llegue antes o se retrase.
Cuando la fuga de apoyos hacia otras formaciones políticas o hacia el abstencionismo es incontenible, el clima social suele ser de rechazo al líder y a la marca que representa. Les ha pasado a todos, a Felipe González, a Aznar, a Zapatero y a Rajoy; Sánchez no va a ser una excepción.
Para él, el descenso va a más velocidad que con sus antecesores. Si bien es cierto que, en un primer momento, el PSOE vivió una tibia recuperación en todos los territorios, la bonanza ha durado poco y más allá de algunos gobiernos autonómicos de coalición, no se ha producido la hegemonía política socialista esperada.
ERC consolida sus posiciones en Cataluña y ha disuelto como un azucarillo el famoso efecto Illa. La cara del fracaso lleva la bandera de Madrid, en donde el PSOE habita como un fantasma, en tanto que en Andalucía, Moreno Bonilla ha tomado las riendas, arrebatando el gobierno a la federación socialista más poderosa.
En este momento, los focos están puestos en Castilla y León donde, a pesar de los esfuerzos de José Félix Tezanos, a riesgo de hacer el ridículo como profesional y poner en tela de juicio una institución como el CIS, en Ferraz mastican la tragedia. Sánchez es especialista en no reconocer los fracasos y en intentar transformarlos mediáticamente en grandes éxitos. Buenos ejemplos son aquella “victoria histórica” en la que el PSOE obtuvo 85 diputados o el entusiasmo que levantó Gabilondo con un 26% de votos, pero el tiempo va corriendo en su contra y todos los indicios apuntan a que está en fase de declive.
El instinto de supervivencia del líder socialista le impulsará a responsabilizar, primero, a los líderes locales, después, a su entorno de confianza si el problema va a más y a los poderes fácticos en última instancia. Resistirán la tendencia los presidentes autonómicos que han conseguido mejor valoración que la marca que representan, como García Page, otros sufrirán las consecuencias del desgaste presidencial.
El primero, si los sondeos se cumplen, será Luis Tudanca que será sacrificado para tapar cualquier responsabilidad de Sánchez. El segundo, Espadas, aunque en este caso no será automáticamente defenestrado porque sería difícil volver a imponer un liderazgo en el PSOE de Andalucía. Los socios del Partido Socialista no son ajenos a todo esto. Las tensiones con Podemos y con ERC a raíz de la negociación de la reforma laboral, tienen causa en los intereses electorales de cada momento, pero también hay un componente de aprovechar la herencia que pueden dejar los socialistas.
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