Tribunales
El capón británico
Una vez más la Justicia suple y sufre la irresponsabilidad o la dejadez del político
Que cada uno la valore como desee. Me refiero a la encuesta del diario británico The Economist que ha rebajado el nivel de calidad de nuestra democracia: de «democracia plena» pasamos a «democracia defectuosa». Varias son las razones que ofrece la encuesta para darnos ese capón, entre ellas el bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Apunta a más causas que desdicen mucho de la calidad de nuestro sistema político y que serían atribuibles a la mayoría gobernante; la que comento es la que jalea esa mayoría gobernante para espolear al Partido Popular y obligarle a que se preste a esa renovación.
La encuesta británica es objetable porque no procede de ninguna instancia oficial, de algún observatorio prestigioso del que sepamos qué baremos sigue ni a qué expertos acude para elaborarla, datos que permitirían darle una buena dosis de credibilidad. O de buena fe, porque bien acostumbrados estamos en España a cómo se las gastan los británicos a la hora de denigrar todo lo que venga de España. Esto será así o podrá ser así, pero tampoco hay que olvidar que nosotros sí que somos expertos en dar motivos para la crítica.
No voy a hacer un balance de todas aquellas circunstancias que en los últimos tiempos darían la razón a The Economist. Son ciertas y llevamos ya mucho tiempo lamentándonos de cosas que reputamos inimaginables, pero que se van haciendo realidad ante la indiferencia general o el pasmo quietista de muchos. Sin ir más lejos, y es un ejemplo de última hora, los intercambios de pareceres entre altos cargos de Interior y antiguos jefes etarras para dar a estos ventajas penitenciarias.
Pero me centro en lo que me interesa y en lo que tengo fundamento para hablar: el bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Es un tema sobre el que en los últimos meses y años he escrito, reescrito, hablado, disertado, insistido, machacado hasta aburrir y aburrirme. Ahora el tiempo pasa, nada pasa y concluyo que los partidos políticos no tienen especial empacho en mantener el bloqueo y que a la opinión pública es algo que no está precisamente entre sus preocupaciones, porque para que algo preocupe antes debe ocupar y mucho me temo que lo que ocurra, no ya en el Consejo sino en la justicia en general, no ocupa mucho tiempo ni esfuerzo en la mente ciudadana. Se quejará, sí, como se queja de otras muchas cosas, pero sin decir un «basta ya».
Y por desahogarme una vez más permítanme que manifieste mi hastío hacia un partido gobernante que tiene en su haber la total responsabilidad de un sistema perverso y pervertido; y mi hastío también hacia el principal partido de la oposición, que primero pretextó que no renovaría el Consejo si no se retiraban ciertos nombres que le eran inasumibles, pero pactó una incomprensible renovación del Tribunal Constitucional y del Tribunal de Cuentas que se da de tortas con lo que pretexta para no renovar el Consejo.
Esa fue su primera excusa para no renovar y parece haberla abandonado. Ahora justifica el bloqueo al condicionar la renovación a que se pacte renovar con el sistema actual a cambio de volver al sistema originario de elección del Consejo por los jueces y no por los partidos, lo que prometió que iba a hacer y nunca quiso y eso que tuvo hasta dos mayorías absolutas para hacerlo. Es más, es muy hiriente que defienda la despolitización del Consejo cuando no hay que ser un lince para deducir que ha hecho del bloqueo un pretexto, un argumento para hacer oposición: la Justicia comparte ranking con la España vaciada, el precio de la luz o el gas, las macrogranjas o el reparto de fondos europeos. O se desentiende porque «no es el momento». Y todo adornado con unos aires de superioridad política, de pretendida astucia o sabiduría innata de la que se inviste con no se sabe qué fundamento.
Esta situación, una vez más, parece que debe soportarla la Justicia en solitario haciendo equilibrios, forzando, tensionando su funcionamiento para mitigar las consecuencias del bloqueo. Lo vemos en las sucesivas jubilaciones que van despoblando al Tribunal Supremo o en el panorama de frustración de tantos jueces que ven cerrada la posibilidad de promocionar. Una vez más la Justicia suple y sufre la irresponsabilidad o la dejadez del político, ya sea en asuntos de gobierno judicial como enderezando normas defectuosas que ese político o no le interesa o teme o no le apetece reformar. Y triste es también que la Abogacía endose a la Justicia la carga de salir del paso, sin exigir en este y en tantos otros asuntos una decidida voluntad de reforma y mejora de la Justicia. O, simplemente, respeto.
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