Opinión
Rusia y la guerra conducen a Fátima
El año 1917 fue un parteaguas de la Historia, marcado por la transformación de la imperial Rusia zarista en la también imperial Unión Soviética, sometida a la dictadura del proletariado, aunque a quien lo estuvo fue a los nuevos jerarcas comunistas, con una ideología perversa con afán de expansión y dominio mundial.
Ese mismo 1917 comenzó la revolución que derrocaría al zar Nicolas II de la dinastía Romanov, culminando en el «Octubre Rojo» con el triunfo de los bolcheviques liderados por Lenin. Su humillante tratado posterior, firmado con Alemania en 1918 en Brest-Litovsk, no impidió la derrota final germana en la Primera Guerra Mundial, pero permitió a Lenin combatir y vencer al ejército «blanco» en la guerra civil desencadenada tras la conquista bolchevique del poder.
Este relato, aunque verídico, está visto sólo de «tejas abajo». Por encima, el «Señor de la Historia» intervenía de manera visible acudiendo en auxilio de la humanidad atormentada por la revolución y la guerra. Lo hacía el 13 de mayo, dos meses después de ser derrocado el zar, en una minúscula aldea del extremo occidental europeo, Fátima, a 100 kms de Lisboa. Allí la Virgen se apareció a tres niños de 7, 9 y 10 años, analfabetos y sin el más mínimo conocimiento de esos cruciales sucesos.
La «Señora de blanco y más brillante que el sol» les dijo que venia del cielo y que quería reunirse con ellos el día 13 de cada mes hasta octubre, cuando les diría quién era y haría un gran milagro para que todos creyeran. En el mensaje del 13 de julio les dijo que «la guerra acabaría pronto» –refiriéndose a la Primera Guerra Mundial comenzada en 1914–, pero añadió que «si no había conversión, vendría una guerra mayor». Así preanunció la Segunda.
Sabedora de que esa conversión no se produciría, para evitarla prometió una gracia extraordinaria: «La Consagración de Rusia a su Corazon Inmaculado, por medio del Papa…» Añadió que, en caso contrario, se desencadenaría esa guerra y que «Rusia extendería sus errores por el mundo»; es decir, el comunismo. Todo lo que la Virgen anunció ese año en Fátima se fue cumpliendo inexorablemente. Así, cuando san Juan Pablo II sufrió su atentado el 13 de mayo de 1981, vio en esa coincidencia una llamada a hacer el pedido solicitado, que quiso realizar el 25 de marzo de 1984. La Guerra Mundial no se evitó por no haber atendido a su solicitud, pero entonces cayó el Muro de Berlín y a continuación desapareció la URSS. «Casualmente» en la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1991.
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