Política

Casado no puede ser Verstrynge

El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafraseando a Sánchez, a Iglesias o a Otegi

Ahora va a resultar que pactar con ETA, los corruptos machacas de Maduro y los golpistas catalanes es maravilloso y hacerlo con Vox poco menos que un delito de lesa humanidad. Las fortalezas del pensamiento único, las debilidades de una ciudadanía anestesiada sin remedio por unos medios abrumadoramente podemitas. La que se ha liado del miércoles a esta parte, exactamente desde que García Gallardo dijo «sí quiero» a Mañueco, figuraba en el guión oficial desde que Vox irrumpió en las instituciones pasando de la nada a 12 escaños en las elecciones andaluzas. Aquella noche, la maquinaria monclovita le dio al on de la manipulación para intentar disuadir al centrado Juanma Moreno de gobernar de la mano de los verdes. Y desde entonces jamás se ha dejado de emplear goebbelsianamente al partido de Abascal a modo de anticristo para ver si un normalmente atontado PP se tragaba el cuento chino, se negaba a pactar con ellos y cedía el gobierno de turno a la izquierda. El centroderecha europeo que ahora cae en la trampa calló como putas, putos y putes cuando Sánchez consiguió retener el Falcon coaligándose con un partido a las órdenes de la sangrienta narcodictadura venezolana y pactó con quienes habían perpetrado un golpe de Estado dos años antes y con esa banda terrorista ETA que ha asesinado a 856 compatriotas, ha herido, mutilado o incinerado a miles y ha provocado el éxodo del País Vasco y Navarra de 250.000 personas que se dice pronto. Durante todo este tiempo Pablo Casado ha estado como es él: bipolar. Los días pares ponía a caer de un burro a la «extrema derecha [sic]» y los impares recordaba lo obvio, que los votantes y los dirigentes de Vox vienen de esa casa común que fue el PP desde Aznar hasta el primer Rajoy. Tal vez el punto de no retorno del palentino se produjo durante la moción de censura de 2020, cuando acusó a los verdes de «pisotear el tributo de sangre» de los dirigentes populares muertos a manos de ETA. Una barbaridad en las formas y en el fondo porque Abascal no era precisamente de Vox cuando iba escoltado a clase para que no le pegasen un tiro o le dieran una paliza y Ortega Lara tenía carné del PP cuando los ahora socios de Sánchez lo tuvieron 532 días bajo tierra en un zulo que no se merece ni la peor de las ratas. «Me voy con la satisfacción de haber luchado contra la corrupción y de no haber pactado con la extrema derecha». La frase de Casado ante la crème de la crème del PP europeo en París fue la última metedura de pata de un tipo que hace seis meses era demoscópicamente presidente del Gobierno y ahora, tras haber sucumbido a eso que la psiquiatría denomina «el error permanente», es un pato cojo con menos futuro que Pochettino en el PSG. Además de la enésima puñalada trapera a Ayuso, lo de Casado es una falsedad nivel dios. Para empezar, porque como recordó ayer un cabreado Mañueco, Casado le dio vía libre para negociar con Vox, y para terminar porque durante su mandato hubo acuerdos de gobernabilidad con ellos en Andalucía, Murcia e incluso Madrid. El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafraseando a Sánchez, a Iglesias, a Otegi o a la lumbrera de Adriana Lastra. Ni, tal y como ilustró ayer Jiménez Losantos, construir su futuro comportándose como un Verstrynge de la vida, que tras salir por la puerta de atrás de Alianza Popular ha dedicado toda su vida a vengarse de la formación que le recogió tras un pasado oscuro y no menos filonazi.