Política
La táctica asiática del Gobierno de Sánchez
El presidente está obligado a seguir los vientos que soplan en Bruselas por la deuda y los ahogos de las cuentas españolas
Josep Pla, el catalán que figura entre los mejores escritores españoles del siglo XX, explicaba en junio de 1931, en una de sus «Crónicas de la República», que «la táctica del Gobierno –en aquellos momentos provisional– es un poco asiática; considera que lo que pasa es lo mejor que puede pasar, es decir, que es inevitable». Niceto Alcalá Zamora, el presidente de aquel primer ejecutivo republicano, y Pedro Sánchez, tienen poco que ver, lo que no impide que sus tácticas puedan ser coincidentes en lo que describía Pla. El inquilino de la Moncloa, desde luego, ante la huelga de camioneros que ha ido cada día a más, su arriesgada, audaz y personal decisión acerca del Sáhara y, sobre todo, frente a la escalada de precios de la energía, ha adoptado una postura de inevitabilidad. Además, para sorpresa de adversarios y de aliados, ha pospuesto cualquier medida hasta el Consejo de Ministros del próximo martes, día 29, después de que se reúnan, hoy y mañana, el Consejo Europeo y la Cumbre –ampliada– de los países del euro, que abordarán, además de la guerra de Putin, la respuesta europea a la nueva crisis energética.
Pla también escribía en junio de 1931 que «la consecuencia–de la táctica asiática–, provocada en gran medida por el carácter del país y por la composición heterogénea del Gobierno, podría ser que las Cortes fuesen un delirante galimatías. Tal composición podría ser un elemento de desorden y de confusión permanente». Palabras de 1931 válidas para la sesión de ayer de control al Gobierno en el Congreso, en la que, por ejemplo, el inefable Gabriel Rufián, tras años de hablar de asuntos abstractos, como la independencia, reclama ahora al presidente al que sostiene con sus votos que se centre en lo que le interesa de verdad a la gente, el precio de la luz, el gas y los carburantes. «Galimatías delirante». Sánchez no lo dice, pero no actuará hasta comprobar los vientos que soplan por Bruselas, porque cualquier medida requiere dinero y las cuentas públicas españolas están cogidas con alfileres, ahogadas por la deuda, y dependientes de los grifos de la Unión Europea y del Banco Central Europeo. Por eso, al inquilino de la Moncloa no le queda más remedio que aceptar que lo que pasa es «inevitable», incluidos los deseos americanos sobre el Sáhara. La táctica asiática y Pla.
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