Política
Y entonces Sánchez aparcó las emociones
El Gobierno resiste porque lo contrario sería suicida para los socialistas y para la tropa que encabeza –liderar sería decir demasiado– Yolanda Díaz
Pla, Josep, nunca defrauda. Sus crónicas de la Segunda República, escritas en catalán para «La Veu de Catalunya» entre 1931 y 1936, tienen una actualidad asombrosa. «Si cambias los nombres de los ministros, podrían ser de hoy mismo», comentaba un notable de los engranajes del poder en la entrega de los premios de Economía Rey de España. Iván Redondo guió y acompañó a Pedro Sánchez en su asalto y consolidación en el poder al grito de «¡son las emociones, estúpido!», frente al lema de Clinton, «¡es la economía, estúpido!» Hace ya casi un año que el presidente prescindió del protoasesor que, ahora, en la distancia, parece sugerirle –incluida anotación de las jugadas de ajedrez– un enroque por la vía rápida.
El inquilino de la Moncloa acaba de volver de Marruecos en donde, alrededor de la mesa de Ramadán de Mohamed VI, ha enterrado o aparcado las emociones, lo que no impide que intente recuperarlas más adelante. El Sáhara, sin que la causa polisaria, con gran parte de su población en míseros campamentos de refugiados por culpa de sus dirigentes trasnochados, tenga más recorrido, es un asunto muy emocional en España, transversal, que incluye a la izquierda y a la derecha. Sánchez, sin duda, estaba obligado a abrazar la «realpolitik», pero se ha pasado de frenada al hacerlo por su cuenta, al margen del Parlamento y en contra de varios ministros. Hay pocos precedentes de que parte de un Gobierno, con una vicepresidenta –Yolanda Díaz– al frente vote contra la otra, pierda por goleada una votación parlamentaria, y no ocurra nada. Eso, sin olvidar que no existe certeza pública –Sánchez debe tenerla, aunque no pueda hacerla pública– de los frutos concretos de esa «realpolitk». El Gobierno resiste porque lo contrario sería suicida para los socialistas y para la tropa que encabeza –liderar sería decir demasiado– Yolanda Díaz. La «vice» tercera sabe que romper el Gobierno sería letal para sus intereses y el inquilino de la Moncloa, siempre superviviente, es consciente de que no puede echar a sus compañeros de gabinete. Es el «no Gobierno», pero es el que hay y, con unas elecciones andaluzas que parecen inminentes, en la Moncloa pretenden estirar la legislatura hasta el final a la espera de que «quizá escampe» o que el presidente recupere las emociones. Mientras, «a pesar de las declaraciones optimistas, ya nadie cree que se pueda hacer, conservando la actual composición política, nada para detener la creciente descomposición». La cita es de 1931, por supuesto su autor, siempre actual, no podía ser otro que Josep Pla.
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