Gobierno de España

Draghi y Sánchez, veladas en el Magreb y otros asuntos

Habrá gas, sí, pero más caro, diga lo que diga la ministra Teresa Ribera.

Mario Draghi, primer ministro italiano, y Pedro Sánchez, con muy pocos días de diferencia, han acudido a sendas veladas en el Magreb –poniente en árabe– estratégicas para el futuro de ambos países. Sánchez cenó en Rabat con Mohamed VI y su hijo. El objetivo era reconducir las relaciones hispano-marroquíes y sólo el tiempo dirá cuál ha sido el resultado de algo que, de momento, ha originado un conflicto larvado con Argelia, uno de nuestros principales suministradores de gas. La diplomacia es un oficio sutil y de alguna manera, «el arte de lo que no se ve», que es como Iván Redondo definía a la política. Sánchez, quizá porque era inevitable, cambió la posición histórica de España sobre el Sáhara y en Argelia, enfrentada con Marruecos, no sentó bien y procuró que se supiera. Al fondo, claro, el gas, que España necesita comprar y Argelia vender. El problema, como siempre es el precio y los argelinos aprovecharán la coyuntura, el cambio español sobre el Sáhara, la guerra de Putin. Habrá gas, sí, pero más caro, diga lo que diga la ministra Teresa Ribera.

Draghi cenó ayer en Argel con el presidente argelino Abdelmadjid Tebboun. El italiano, el hombre que salvó el euro, necesita asegurar el suministro de gas a su país, ahora muy dependiente del ruso y los argelinos, tras el episodio español del Sáhara, enseguida empezaron a dejarse querer más por Italia que, además, ya les compra más gas que España. Argelia no cortará el grifo a nadie –otra cosa es el precio– pero ha querido dejar claro que tiene dos vías y dos gasoductos para enviar su producción a Europa. Hay –debe haber– una jugada de más largo alcance en todo el asunto. Estados Unidos prefiere un Sáhara marroquí a otro dependiente de Argelia –aliado tradicional de Rusia– con una salida al Atlántico, algo que aplaudirían los rusos. En medio del enredo y mientras siguen la dudas sobre la inversión de la bandera española en la cena Sánchez-Mohamed VI, Draghi, que fue vicepresidente de Goldman Sachs y no es sospechoso de antiamericano, aprovecha la oportunidad para presentarse como cliente preferente del gas argelino. Todo tan sutil que hay aspectos todavía ocultos, mientras la ministra Ribera mantiene un pulso, casi obsesivo, con las eléctricas quizá para justificarse por el alza y caos de precios eléctricos. No peligra su puesto porque el inquilino de la Moncloa, que además tiene que preocuparse de Feijóo, no puede cambiar ahora de equipo, pero ha tomado nota. Draghi y Sánchez, veladas en el Magreb.