Rebeca Argudo
Cambiar las reglas para seguir vivo
Hay que reconocerle a este Gobierno de coalición que tiene claras las cosas. Al menos, la fórmula para salirse con la suya como sea. Con una lógica al más puro estilo Bush hijo (para acabar con los incendios, lo mejor es talar los árboles), la mejor manera de acabar con el fracaso escolar es que no haya fracaso escolar. Porque si se puede pasar de curso con asignaturas suspendidas es complicado que haya niños que repitan curso y, si nadie repite, todos aprueban. Y el mismo e infalible método es aplicable a los acuerdos políticos y las negociaciones con otras formaciones: si no se consiguen suficientes apoyos para conseguir algo, lo mejor (o al menos lo más rápido) es bajar el número de apoyos necesarios para lograrlo. Hablo de los requisitos para acceder a la Comisión de Secretos Oficiales y la pretensión del Gobierno, a través de la resolución de la presidenta del Congreso de los Diputados, de rebajar la mayoría actual de votos necesaria para lograrlo (dos tercios, 210 votos) a una mayoría absoluta (176 votos). Lo que supondría que el PSOE y sus socios de gobierno no necesitarían del acuerdo con ninguna otra formación para autorizar que ERC, Bildu y Junts tuvieran acceso a la Comisión. Después de casi tres años sin constituirse, esta sería la mejor manera para el Gobierno de contentar a los separatistas sin tener que ceder a sus exigencias de crear una comisión de investigación por el llamado «caso Pegasus», pudiendo dar las explicaciones en esta Comisión de Secretos Oficiales con representantes de los grupos separatistas en ella. Así, tenemos de nuevo a Sánchez dispuesto a cualquier cosa con tal de apaciguar a sus socios parlamentarios y mantener su apoyo. Aunque eso signifique poner en cuestión al propio CNI, abrir la puerta del control sobre él a los independentistas y, de paso, de la información clasificada, secretos de Estado y del uso de fondos reservados destinados a defensa y seguridad. A Sánchez, claro, eso plin. Como casi todo. Porque si algo ha demostrado Sánchez en toda esta legislatura es que es capaz de cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder. Incluso de romper las reglas de juego y cambiarlas por otras creadas ad hoc en cualquier momento. Como en este caso. Si hasta ahora, y desde 2004, cada grupo proponía a un representante que debía contar con el voto favorable de 210 diputados, de manera que esa mayoría obligaba a un acuerdo con el principal partido de la oposición más que deseable tratándose de asuntos tan sensibles. Ese acuerdo ahora será innecesario, ya que de esta manera se aseguran esquivar cualquier intento de veto. Es decir, podrán colocar a quien quieran sin el más mínimo control y pese a toda reticencia. Lo que para cualquiera es, clara e indiscutiblemente, someter los intereses del Estado al suyo propio, anteponer el rédito político a la conveniencia general del país, para él es una manera de «favorecer el pluralismo político». El neolenguaje eufemístico marca de la casa elevado ya a categoría casi de arte: convertir, semántica mediante, la patente de corso autoadjudicada para satisfacer las exigencias de sus socios en pretensión de someterse por voluntad propia al control parlamentario. Por responsabilidad de Estado. «Miren aquí fijamente ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde?». Sería para morirse de la risa si no fuese porque lo que denota no es tanto un peculiar sentido del humor sino una carencia del más mínimo sentido del decoro y de toda probidad. Casi se siente el mismo vértigo que al descubrir de repente, cuesta abajo y sin frenos, que al volante está el amigo narcoléptico y dipsómano que además no tiene carné.
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