Rusia

Una guerra de mentiras

La primera víctima de toda guerra es la verdad. Sin embargo, hay certezas. Suficientes para saber que el crucero lanzamisiles Moskva era una reliquia.

El mítico navío ruso Moskva pereció a escasas millas de la costa, pasto de una tormenta. Los ucranianos aseguran que fue alcanzado por misiles Neptune, que en este caso no serían un regalo del Tío Sam si no de fabricación propia.

A saber, la primera víctima de toda guerra es la verdad. Sin embargo, hay certezas. Suficientes para saber que el crucero lanzamisiles Moskva era una reliquia. Fechado en 1975, en plena guerra fría con Brehznev en el Kremlin y su homólogo Gerald Ford, sucesor del dimisionario Nixon, en la Casa Blanca.

El Moskva empezó a surcar los océanos en 1979, con lo que llevaba ya 40 años en activo. Imagínense ustedes hoy un coche con tecnología de los 70 sin contar con el achaque de los años y del trasiego de centenares de miles de millas.

Si con lo mejor que contaba la Armada Rusa era con este vejestorio, mal andan. E igual eso ayudaría a explicar el curso de esta nefasta guerra, larvada desde hace años, muy lejos de un paseo militar. El todopoderoso Ejército Rojo tomaría Kiev en un santiamén mientras el presidente Zelenski huiría despavorido o sería hecho prisionero y exhibido en una jaula como un mono de feria. Putin se cobraría su trofeo.

Nada de eso ha ocurrido y aunque sin duda el ejército ucraniano y sus temibles milicias cuentan con algo del mejor armamento de Occidente, el Ejército ruso no parece hacer honor a su fama, tal vez inmerecida si contamos sus muchos fiascos.

Uno de los logros que Vladimir Putin exhibía en su haber era la modernización de las fuerzas armadas que con la caída de la URSS se asemejaron a un juguete roto. Cabe recordar que Putin se estrenó con el desastre del submarino nuclear Kursk en el 2000, lo que casi le costó su aún frágil testa. Murió toda la tripulación del Kursk y los intentos de rescate sólo pusieron en evidencia la impotencia de Rusia para salvar a sus marineros. Un equipo holandés sacó el submarino del fondo del Mar de Barents al año siguiente, recuperando 115 cadáveres de los 118 tripulantes. La tecnología rusa permite misiones espaciales tripuladas. Para dar cristiana sepultura a sus muertos tuvieron que recurrir a un pequeño país de la Unión Europea.

Putin se dijo, tras aquello, que debía recuperar el orgullo nacional ruso. Y para ello modernizar un Ejército que estaba hecho unos zorros. Se lo tomó muy a pecho. La Federación Rusa dedica el 5 por ciento del PIB a gasto militar. Para entender la magnitud hay que recordar que la Alemania de Scholtz acaba de anunciar, con repique de tambores, que multiplica su gasto público hasta un 2 por ciento del PIB.

¿Cómo es posible pues que una endeble Ucrania se resista a la Gran Rusia y a su Ejército, orgullo de la Patria?

Entre otras, porqué la industria militar rusa, que ocupa a centenares de miles de personas, dista mucho de ser eficiente. Como el conjunto de un sistema económico que ni por asomo es una economía de mercado. Una industria militar, la rusa, con más de 700 empresas, propiedad del Ministerio de Defensa como antaño y dirigidas por tecnócratas, los llamados «silovikis», entre los que se cuentan no pocos amiguetes de Putin. Un dato muy revelador de la situación es que 6 de cada 10 misiles utilizados en esta guerra por Putin han resultado defectuosos. El armamento ruso falla más que una escopeta de feria.

Volviendo al navío Moskva, sus 185 metros de eslora y su tripulación de medio millar de marinos. Para poner un ejemplo, un Akula, un tipo de submarino nuclear formidable con dos reactores nucleares que casi igualaba la eslora del Moskva, fue desballestado en 2008. Se inició su construcción a mediados de los ochenta y se dio por concluido su servicio activo en la primera década del presente siglo. Y eso pese a que los Akula (tiburón en ruso) fueron los mayores submarinos de su época. Incluso contaban con piscina. Los jubilaron no tanto porqué pudieran estar obsoletos sino porque su vida útil había tocado a su fin.

A saber qué ha ocurrido con el Movska. Orgullo patrio mediante, igual resultaría más favorable a los intereses rusos que el navío hubiera sido alcanzado por dos misiles que no admitir que la pretendida joya de la Flota del Mar Negro naufraga sin ayuda.

Las únicas verdades de esta guerra son los muertos que yacen en las calles de las ciudades asediadas. La carestía y el autoritarismo de dos regímenes que distan mucho de ser democracias ejemplares. Los occidentales pese a la multitud de deficiencias de la UE, no sabemos la suerte que nos deparó el destino naciendo en «la Europa de los mercaderes», un paraíso terrenal al lado de Ucrania y Rusia, países que pese a contar con inmensos recursos naturales sólo aprovechan a unos jerarcas que rebosan dinero y lo exhiben como pavos desplegando sus plumas por medio mundo.

Sergi Sol es periodista.