Política

El Congreso de la coronación de Ayuso

Todo indica que estamos ante un cambio de ciclo que permitirá acabar con «el peor gobierno que hemos tenido en democracia»

Uno de los ataques habituales de la izquierda política y mediática, así como de la derecha acomplejada, se ha centrado en las ambiciones de Ayuso. A estas alturas resulta cansino, pero dio sus frutos con Casado y ha fracasado estrepitosamente con Feijóo. El presidente del PP es un político experimentado y seguro de sí mismo que no compra esa basurilla. Los intentos de enfrentarlo con la presidenta madrileña es una estrategia muy habitual en política, pero también en el mundo profesional. Los mediocres utilizan esa idea fuerza de «tiene una agenda propia» o «le mueven intereses personales», porque en algunos casos puede dar resultado. La realidad es que Ayuso tuvo que sufrir una injusta y brutal operación de acoso y derribo, porque se aseguraba que tenía la vista puesta en La Moncloa y que quería el fracaso de Casado. Los maledicentes y sembradores de cizaña, que son el mayor peligro en cualquier organización, solo querían destruirla sin importarles las consecuencias que tendría para el PP. Hay gente que se siente muy cómoda en la oposición, porque son profesionales de la política en el peor de los sentidos.

Esa etapa oscura y siniestra está felizmente concluida. Feijóo siempre ha tenido claro que Ayuso debía asumir la presidencia del PP madrileño. La victoria llegará sumando y no restando. Le iría muy bien que cada presidente regional fuera un Ayuso. Es decir, un candidato ganador y el mapa autonómico se tiñera de azul. Un buen gestor es aquel que es capaz de rodearse de los mejores, porque los mediocres y los pelotas son letales. Es mejor un malo listo que un tonto pretencioso e inseguro. El nuevo PP de Feijóo es un equipo ganador, que es lo que necesita España para hacer frente a la crisis económica, recuperar el prestigio internacional y afrontar el desafío de los independentistas, los comunistas y los antisistema. El camino no es depender de los grupos parlamentarios que quieren destruir España como sucede actualmente. El futuro gobierno tiene que contar con una mayoría sólida, un proyecto ideológicamente coherente y unos equipos que tengan nivel y formación. Lo que sucede actualmente, con algunas excepciones, es muy inquietante, aunque la izquierda mediática, que era profundamente antisanchista, aplauda al Gobierno socialista comunista e ignore los despropósitos de una gestión errática, caótica y letal. Lo que sufrimos no tiene nada que ver con la socialdemocracia de González o Zapatero, porque la tragedia es que el comunismo se sienta en el consejo de ministros y que los aliados de Sánchez son los antisistema, los independentistas y los herederos de ETA.

No me gusta ser un sectario o un fanático, como sucede, desgraciadamente, con algunos columnistas y tengo claro que Sánchez preferiría gobernar sin esa colección de compañeros de viaje tan poco recomendables. La realidad es que el bipartidismo imperfecto fue muy bueno para España hasta que irrumpió esa horda de populistas y comunistas liderados por Pablo Iglesias. Ayuso fue decisiva para parar al pintoresco telepredicador, ahora al servicio de los millonarios independentistas que quieren destruir nuestro país, y a Sánchez. Es lo que seguirá haciendo a partir de ahora, porque era fundamental que la presidencia de la comunidad y del partido estuvieran en la misma persona. Lo otro era un absurdo ataque de celos que no tenía ningún sentido. Ayuso y Feijóo, junto con Moreno, Mañueco y el resto de los barones, representan la recuperación de un partido fuerte y cohesionado que quiere ganar desde los principios y la ideología. La paradoja de los últimos años es que no era un partido que tenía una organización juvenil, sino que Nuevas Generaciones había secuestrado al PP saltándose varias generaciones de dirigentes. Esta anomalía se ha corregido.

La nueva presidenta regional estuvo ayer magnífica. Está exultante tras cerrar una etapa y abrir una nueva donde la formación se convertirá en una maquinaria electoral para conseguir que Feijóo sea el próximo presidente del Gobierno. Lo mostró con un discurso contundente centrado en las críticas a Sánchez y lo que representa el socialismo. Es evidente que tiene razón al afirmar que es una ideología que no funciona y que subvenciona la pobreza. Los populares necesitaban recuperar la ilusión y el orgullo. Esto comenzó en las elecciones del 4 de mayo de 2021 y se consagró con el congreso extraordinario que eligió a Feijóo con un resultado abrumador. Ahora llega el reto de las andaluzas, donde Moreno parte en muy buena posición como consecuencia de su buena gestión al frente de la Junta de Andalucía. La comunidad que era el granero del PSOE se ha transformado en una de las grandes bazas para recuperar La Moncloa. Todo indica que estamos ante un cambio de ciclo que permitirá acabar con «el peor gobierno que hemos tenido en democracia».

España necesita poner punto final a este periodo de inestabilidad y que Podemos desaparezca del consejo de ministros. El problema no es el PSOE, sino los socios que tiene por el resultado electoral. Socialistas y populares tienen que gobernar desde la centralidad. Nunca desde el radicalismo como sucede actualmente. Sánchez tiene algunos ministros que son buenos, pero se ven eclipsados por figuras como Belarra, Montero, Garzón y Subirats. La plataforma de Yolanda Díaz estará lastrada por Colau, Oltra y Errejón. A esto se une, es bueno insistir, Bildu, ERC, JxCat y el resto de los buitres que planean sobre las Cortes para sacar provecho de su apoyo y seguir con su estrategia que busca destruir España. Por fin, ha surgido una alternativa sólida liderada por Feijóo que es capaz de ganar las elecciones. Y Ayuso jugará un papel muy importante, como siempre ha querido al servicio de su partido y su presidente.