Opinión

Juanma, en el centro del tablero

Se ha dado el pistoletazo de inicio oficial a las urnas andaluzas. Lógicamente, todos los partidos buscan su parcela. Pero Juan Manuel Moreno ha tenido la habilidad para situarse en la centralidad. La receta de la «marca Juanma» se basa en la moderación, la responsabilidad y los intereses de la comunidad por encima de siglas. No es mal plan.

Sobre todo porque la realidad impide al candidato del PSOE constituirse en alternativa. Le guste o no, Juan Espadas lleva a sus espaldas la pesada mochila de estar obligado, si le diesen los números para proponerse gobernar, de tener que ir irremediablemente de la mano del populismo radical y antisistema de los anticapitalistas, de Podemos y comunistas.

Además, las maneras de Moreno afianzan su estrategia. En la misma calle Ferraz asumen desconsolados que el perfil del candidato del PP le permite beneficiarse de la pérdida de electores que se le viene encima al PSOE andaluz. En la sala de máquinas de los socialistas ya no se habla sólo de una desmovilización sino de un trasvase de votantes. Y ese temor, de confirmarse, puede estar lejos de ser pasajero, porque el trasiego de un bloque a otro en la región más poblada de España puede tener continuidad en las siguientes citas electorales.

De ahí que los populares se empleen a fondo para estar muy cerca de la vida cotidiana del sufrido ciudadano. Un terreno en el que la ideología se diluye. Pero, además, la economía, la educación, la juventud, la sanidad, los mayores, etc., van a ser los temas por los que más de 6,6 millones de andaluces, en medio de la actual crisis, van a decidir mayoritariamente a quién confían el gobierno autonómico.

El PSOE cada día que pasa tiene menos margen de maniobra. Lo fía casi todo a Vox. «Cuanto más Macarena Olona menos Juanma Moreno», se escucha en Ferraz. En otras palabras: los socialistas sólo apuestan a que Vox tire para abajo del Partido Popular y ambos deban formar un gobierno. Se consuelan con que eso perjudicaría los planes de futuro de Alberto Núñez Feijóo en su carrera a La Moncloa. Pírrica alegría.

Aunque, los sondeos que tiene sobre la mesa el alto mando sanchista pinchan. Tanto es así que las especulaciones, dado el previsible batacazo, se han disparado y ya se habla de «anuncios de calado» por parte de Sánchez. Es decir, refrescar el Gobierno antes del verano. Hay, en cualquier caso, quienes más que una remodelación del Consejo de Ministros –«de poco serviría», alegan en el complejo presidencial– contemplan movimientos en el partido que alcancen a la dirección del Grupo Socialista en el Congreso.

El clamor por un cambio «urgente» de estrategia para frenar la hemorragia de votos está servido. El «efecto Feijóo» genera un auténtico maremoto interno en el PSOE. La inquietud es enorme. El entorno de Sánchez empieza a ponerse la venda antes de la herida: «Los datos del 19-J no son extrapolables». O «las políticas del Gobierno seguirán ahí al día siguiente». Excusas de quienes se ven a las puertas de otra gran derrota.

Internamente, Sánchez no va a poder desvincularse de lo que ocurra en Andalucía. Y cualquier resultado por debajo de los 33 escaños que obtuvo Susana Díaz en 2018 será «mortal» para su liderazgo. Difícilmente la organización en su conjunto podrá mantenerse en silencio si sufre un retroceso en una federación clave, la mayor en número de militantes e imprescindible para las elecciones generales.

El pánico todavía es más audible en los territorios en los que los barones con mando se jugarán su futuro en mayo de 2023. La incertidumbre, la convicción de que «su» panorama se complica, carga el clima. Natural. Un mar de fondo mira hacia La Moncloa. Mientras, Sánchez, «optimista profesional», asegura estar en el camino correcto. Eso sí, no ve el agujero negro que succiona a su partido.