Opinión

Un golpe de suerte

Los candidatos socialistas a las elecciones municipales y autonómicas están preocupados por el efecto negativo que pueda tener sobre sus resultados un posible castigo a Pedro Sánchez.

Piden adelantar las generales para que los electores puedan valorar a los presidentes autonómicos y a los alcaldes sin que su voto sea de castigo a la política nacional. Pero eso no está en su mano y Sánchez parece que no está dispuesto a jugársela en solitario antes de mayo porque tiene, encima de la mesa, los datos de lo que ocurriría.

Moncloa se ha instalado en la tesis clásica de que cuando hay rechazo al gobierno, es mejor que el electorado muestre su descontento en unas elecciones en las que considera que se juega menos.

En 1995 el PSOE perdió el gobierno de muchas comunidades autónomas, pueblos y ciudades. El terremoto de Roldán y Filesa fulminó muchos socialistas para que, un año después, Felipe González remontase hasta amargar la escasa victoria que obtuvo Aznar.

Las cosas son bastante diferentes a día de hoy. Sánchez no es González, la fortaleza de la marca socialista no es la de aquel momento y los votantes no se encuentran tan comprometidos con ningún partido político. No hay ni suelos ni techos electorales.

En tanto que Feijóo ha decidido apostar por las siglas del PP y favorecer liderazgos territoriales, Sánchez ha optado por el personalismo, de manera que la imagen de los presidentes autonómicos y alcaldes ha quedado subsumida, en buena medida, por la suerte del líder. Solo mantienen cierto peso electoral los que provienen de tiempos anteriores al sanchismo, como García Page, Fernández Vara o Puig.

Ante esta situación, las opciones para un candidato local son muy limitadas. Una posición diferenciada con el gobierno en cuestiones como los pactos con Bildu y ERC, o la tragedia de Melilla, les debilitaría electoralmente porque las grietas internas se pagan, pero acudir teniendo que defender lo indefendible, puede ser letal.

Quizá, la única manera de salvar los muebles y que la valoración de su gestión no se vea dañada, es reclamar un superdomingo electoral y esperar que los votantes diferencien el voto.

Sánchez ha tomado todas las decisiones atendiendo a sus intereses individuales, no colectivos y también lo hará con la convocatoria de comicios. Ahora es tarde para cambiar eso, por eso, a los dirigentes del PSOE solo les queda nadar con los brazos atados y confiar en un golpe de suerte.