Opinión
The party is over
Tampoco queda ya nada del primer semestre del año, estamos en Sanfermines y preparando nuestro espíritu para una inexorable recesión, que ya planea sobre nuestras cabezas
Ya no queda nada de los confetis echados al aire durante los fastos de la Cumbre por antonomasia. A Boris Johnson también se le acaba la fiesta: el orgulloso artífice de la salida del Reino Unido de la Unión Europea no ha sido capaz de aguantar la presión a la que fue sometido con la dimisión de varios de sus ministros y debe abandonar el 10 de Downing Street, aunque se lo tomará con tiempo. Será para otoño. ¿Qué tendrán las viviendas presidenciales que tanto apego merecen? Que se lo digan, si no, al de la Moncloa. Tampoco queda ya nada del primer semestre del año, estamos en Sanfermines y preparando nuestro espíritu para una inexorable recesión, que ya planea sobre nuestras cabezas, apretando nuestra calavera con el agobio económico, con los cálculos que debemos de hacer antes de llenar la cesta de la compra, que cada día se pone más costosa, tanto como llenar el tanque del coche o encender la luz. ¿A dónde vamos a ir a parar, que dirían nuestros abuelos? La crisis zapateril se queda chica ante lo que se nos avecina. Disfrutemos, pues, de las vacaciones, que nos esperan a la vuelta de la esquina, y veremos qué pasa a nuestro regreso, aunque bien sabemos que no lo vamos a tener fácil. Carpe diem, vivamos el momento que el mañana puede ser muy malo. Saquemos ejemplo de las chatis que se fueron a New York en Falcon en lugar de ir en avión comercial en clase turista. Y van ya 107 viajes de ministros de este gobierno de muertos de hambre, que no se han visto en otra, tirando de vuelo privado. Ya sé que da mucho gusto, pero a los contribuyentes no nos hace gracia costear los lujos de quienes gastan el presupuesto en satisfacer sus carencias.
Pero volvamos a San Fermín y a Pamplona, que está celebrando sus días grandes luego de dos años de sequía fiestera y de encierros tempraneros. No quiero ocultar que me emocionó el chupinazo y el jolgorio de la plaza del Ayuntamiento, debe ser que me estoy haciendo mayor o que el orgullo patrio me conmueve cada vez más, precisamente porque vivimos tiempos de sequía patriótica. Pero lo que nos define, lo que nos diferencia como pueblo es precisamente esa idiosincrasia que corre por nuestro ADN y la forma de manifestarlo. Ver a los mozos corriendo delante de los toros, ver la plaza llena hasta la bandera, esas tardes de capotes y estocadas, de matadores abriendo la puerta grande, eso no hay podemismo que lo arrase. No hay bilduetarras que las empañe con esas agresiones durante la procesión del santo patrón con caras de odio en el día del triste aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco mientras Sánchez pacta con sus verdugos la ley de memoria democrática. Resulta atroz que los ideólogos del terror escriban la historia de los años de nuestra transición, esa que devolvió a España la esperanza de ser tenida en cuenta por el resto del mundo. Esa que debemos al Rey Juan Carlos I.
CODA. La princesa Leonor está más princesa que nunca, con esa pinta de adolescente centroeuropea, que nos hace soñar con una continuidad de la institución. Me encanta que no tenga aspecto esquelético ni atlético, ni su rostro sea de una perfección quirúrgica. Ojalá nunca se deje meter el bisturí, que sea una Borbona en toda regla y herede de su augusto abuelo la capacidad de seducir al pueblo con su carisma, su simpatía natural, su talento y su mano firme. Alteza, como hubiera dicho Unamuno “Dios te conserve fría la cabeza, /caliente el corazón, la mano larga, /corta la lengua, el oído con adarga, y los pies sin premura ni pereza”. Amén.
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