Nadia Calviño

A por todas, con y sin Yolanda Díaz

Díaz quiso presentar Sumar y luego iniciar las reuniones del pacto de rentas. Calviño lo supo y Sánchez decidió adelantarlas

Jean Baptiste Colbert (1619-1683), ministro de Luis XIV, tras años a cargo del fisco galo, pensaba que «el arte de la imposición consiste en desplumar un ganso para obtener el mayor número de plumas posibles con el menor griterío posible». Pedro Sánchez, aspirante a más vidas políticas que un gato, es también un innovador fiscal. Para él, los impuestos son el instrumento perfecto para organizar el mayor griterío posible, aplacar y descolocar a sus críticos de la izquierda, Yolanda Díaz incluida y, al mismo tiempo, irritar a la oposición. Obtener más o menos ingresos –plumas– es, por supuesto, secundario.

El inquilino de La Moncloa, de momento, ha desarbolado a la impulsora de «Sumar», que había cometido algún error que fue la gota que colmó el vaso presidencial y el de Nadia Calviño. El Gobierno, es obvio, estaba y está interesado en el llamado «pacto de rentas», aunque sea a su manera, entre empresarios y trabajadores. El asunto, en teoría, entra en la órbita de Yolanda Díaz que, con excusas, retrasó en el inicio de las reuniones entre sindicalistas y representantes patronales. Calviño detectó –y lo comentó con Sánchez– que la teórica sucesora de Iglesias, quería esperar a la presentación de Sumar para, luego, aparecer como la factotum del primer encuentro empresarios-trabajadores para el «pacto de rentas». El presidente, que no tiembla en momentos difíciles, encargó a Calviño que fuera ella quien organizara enseguida una reunión entre los sindicalistas y la CEOE. Era probable que no saliera nada, pero sí era una señal para Díaz, que no encajó bien que torcieran sus planes y que, después, en el Estado de la Nación, le arrebataran casi todas sus banderas, con la guinda del impuesto a la banca que, Calviño, obediente siempre, tuvo que aceptar, como Solbes en su día aceptó tantas cosas de las que luego se arrepintió. Sánchez va «a por todas» con y sin Díaz, pero la necesita y los dos lo saben, aunque no significa que la líder de Sumar tenga barra libre. Para el presidente tampoco es una contradicción. Sigue la teoría de Blaise Pascal (1623-1662) para quien «la contradicción no es señal de falsedad, ni la carencia de contradicción señal de verdad». Además, quería griterío con los impuestos y lo ha conseguido, aunque recaude menos que si el ganso grita lo mínimo posible como aconsejaba Colbert.