Política
Fuegos por todas partes
En este acalorado final de curso asistimos a una espiral de dimisiones que cierran etapas y auguran cambios, como si quisieran aplacar algunas llamas
No resulta extraño, en estos días, pensar en el infierno. Rodeados de incendios, inmersos en olas de calor interminables y emergencias climáticas extremas, asfixiados por los 40 grados y sus perspectivas de permanencia, me pudo la curiosidad y decidí buscar la temperatura del averno, por aquello de trazar similitudes con nuestro estado actual, cuando me topé con una información más que curiosa. En 1972 la revista científica «Applied Optics» publicó el estudio de un físico que intentaba determinar dónde era más intenso el calor, si en el cielo o en el infierno y, obviando todas las evidencias posibles, concluía que la canícula era menor en los dominios de Lucifer. A partir de unos cálculos basados en dos pasajes de la Biblia llegaba a semejante (y desconcertante) conclusión que, sin entrar a valorar su acierto científico (me declaro incapaz), sí nos permite reflexionar sobre la importancia de esquivar aparentes certezas. Como esa que nos replica insistentemente que hace calor, igual que todos los veranos y que es lo normal, obviando lo extremo del cambio meteorológico o la virulencia de los fuegos de «sexta generación» que asolan ahora el sur de Europa.
Y, a esos incendios, físicos y tangibles, que nos envuelven, se suman otros metafóricos. En este acalorado final de curso asistimos a una espiral de dimisiones que cierran etapas y auguran cambios, como si quisieran aplacar algunas llamas: la renuncia de Lastra allana el camino a Sánchez para renovar la cúpula de Ferraz y la de Delgado pone fin a meses de tensiones y rebeliones en la Fiscalía. Además, en este último caso, se elimina una de las mayores distorsiones de la separación de poderes en España, señalada reiteradamente por Europa. Y, aunque parezca que esos movimientos calmarán los fuegos en sus respectivos ámbitos, conviene no perder de vista que hay evidencias que no son tales y recordar esa original teoría que alerta de que en el cielo tampoco se está muy fresco.
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