Pedro Sánchez

«Sin tetas no hay paraíso» pero sin bancos mucho menos

Sin las entidades financieras serían imposibles la mayoría de las actividades cotidianas, incluso las más simples.

John Maynard Keynes, admirado y discutido, diletante y a veces cínico, hablaba del banquero tradicional como «el más romántico de los hombres», aunque esa opinión quizá tampoco fuera popular en su época. Sostenía que «es parte imprescindible del banquero mantener las apariencias y profesar respetabilidad y eso le convierte en el más romántico y menos realista de los hombres». «Sin tetas no hay paraíso» fue un culebrón televisivo de tres temporadas, protagonizado por Amaia Salamanca, Miguel Ángel Silvestre y María Castro. Estrenado en 2008 pretendía ser una historia romántica, pero no era más que un bodrio sin mayor interés, casposo y bastante machista, hoy impensable, incluído su título. Entonces, el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria impulsó una acción para detenerlo por alimentar «estereoripos denigrantes para la mujer que suponen un retroceso social». No tuvo éxito y la serie siguió hasta que cayó su audiencia.

Los banqueros –con la ausencia de Ana Botín, que algo significará–, quizá menos románticos que en época de Keynes, acudieron ayer a una convocatoria de Nadia Calviño. Esperaban que les explicaran los detalles del nuevo impuesto a la banca anunciado por Pedro Sánchez. Salieron decepcionados y preocupados. Cordialidad formal pero poco más, porque la número dos del Gobierno, siempre obediente con su jefe, retrasó avanzar cualquier pormenor del nuevo tributo, que los expertos consideran dudoso y de difícil aplicación técnica. Sánchez, que intenta contentar a sus socios más radicales y ahora juega a justiciero con la banca, justifica su iniciativa porque los bancos ganarán más con la subida de tipos de interés y porque fueron rescatados con dinero de todos. Lo primero no es obvio, porque el dinero también les costará más a las entidades financieras. Lo segundo es una tergiversación. Los fondos del rescate, que además fue a las antiguas Cajas de Ahorros, no fueron para los banqueros ni para los accionistas, sino para evitar que quebraran y que se evaporara el dinero de los depositantes. Por otra parte, el nuevo impuesto no lo pagarán los bancos, sino accionistas –también los más pequeños– y clientes, se diga lo que se diga. Por último, demonizar a los bancos quizá sea rentable políticamente, pero son el corazón y la sangre que permiten el funcionamiento de la economía. Sin las entidades financieras serían imposibles la mayoría de las actividades cotidianas, incluso las más simples. Por eso, con banqueros románticos o realistas, es sin bancos cuando no puede haber paraíso. Sánchez lo sabe, pero no le importa si le sirve a él.