Filosofía
Ética y cálculo
Hay algo que olvidamos: y es que la fría matemática que nos puede señalar cual es la máxima eficiencia tiene un problema central; que la eficiencia muchas veces es cruel
Sé perfectamente que, en el mundo moderno, hay una cantidad inmensa de gente que me mira como si me hubiera caído directamente de la luna por mi insistencia en leer cosas como la «Ética» de Aristóteles. En los tiempos de la técnica, donde la eficiencia lo es todo, lo que parece importar no son las palabras de un viejo griego sino los números de resultados que se decantan objetivamente; números que, bien mirado, están también basados en otro griego no menos viejo todavía. Puede parecer entonces que las palmarias verdades consignadas por Aristóteles en su libro están solo destinadas a los cenáculos espirituales y que tienen poca o difícil adecuación al presente que protagonizamos cada día.
Estos tiempos de matemáticas, de estadísticas, de tantos por cien de intenciones e impactos de comunicación contabilizables son una época básicamente aritmética y, más que eso, casi aritmétrica. Pero hay algo que olvidamos: y es que la fría matemática que nos puede señalar cual es la máxima eficiencia tiene un problema central; que la eficiencia muchas veces es cruel. El ser humano no se lleva bien con la crueldad que provenga externamente, con la crueldad que no sea humana. Puede entender, eso sí, que todo semejante transporte su porción personal de crueldad mental, pero lo que no soporta es la crueldad de la máquina e, impulsivamentre, cada equis tiempo quiere destruirla. Podemos entender la crueldad personal de Macbeth o de Ricardo IIIº, pero si se acerca Terminator no dudamos ni un momento en aplastarlo como chatarra sin ningún tipo de admiración ni siquiera temerosa.
Y es que al final, la ética, si nos damos cuenta, viaja en realidad fuertemente adherida al cálculo. Al cálculo de un posible mundo futuro mejor, cálculo que no es en absoluto indemostrable. Contraintuitivo quizá sí, pero indemostrable, no. Calculamos el rédito de nuestros actos y todos queremos lo mejor. La suerte, el azar, es la variable humana de esas matemáticas.
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