Nadia Calviño

Calviño nos cuenta un cuento

«Esa técnica de ajustar los Presupuestos a martillazos siempre resulta pintoresca»

Este martes había quedado para comer con unos amigos en un restaurante de la plaza de Santa Bárbara donde hay una interesante librería de viejo. La tentación, como siempre, era irrefrenable e hice la visita de rigor. Mientras rebuscaba encontré un libro que viene muy bien en estos tiempos marcados por el intervencionismo que tanto complace a los economistas gubernamentales. Era la tercera edición de 1975, corregida y aumentada, de la «Economía Política» de la Academia de Ciencias de la URSS. No podía desaprovechar la ocasión, porque es un «clásico», dicho irónicamente, de la concepción marxista de la economía, traducido por Wenceslao Roces, que editó Grijalbo por primera vez en México en 1960. Hace años me «castigué» con su lectura y mi ejemplar anda perdido en una nave donde tengo parte de mi biblioteca y un sinnúmero de cosas inútiles de las que soy incapaz de desprenderme. Es lo que les sucede a esta colección de economistas que se imbuyeron, con gran fervor, de estas doctrinas que han fracasado y que ahora les impiden tomar decisiones acertadas. Es verdad que algunos intentan camuflarse, pero son unos desaforados intervencionistas. Están convencidos de que es la piedra filosofal que lo resuelve todo.

En el reino de Ruritania tenían también un equipo gubernamental que presentaba cada año unos cuadros macroeconómicos que nunca se correspondían con la ejecución presupuestaria. Al final, los ruritanos se cansaron y decidieron que el margen de error era inaceptable. Por ello, las urnas pusieron fin a esa anomalía. Nosotros no tenemos tanta suerte. El cuadro macroeconómico 2022-2023 que presentó Calviño este martes es uno de esos ejercicios de voluntarismo que producen bochorno. Es verdad que el papel lo aguanta todo y que los gráficos, si me permiten la ironía, son muy chulos, porque estos economistas se caracterizan por su capacidad de analizar el pasado. Como les gustan las matemáticas, que reconozco que no son mi fuerte, consiguen explicar lo que pasó, pero son incapaces de proyectar el futuro con una mínima solvencia. Esa técnica de ajustar los Presupuestos a martillazos siempre resulta pintoresca. Por supuesto, no perderé el tiempo desmontando el desaforado optimismo gubernamental que responde a la proximidad de las autonómicas y municipales, así como generales. El escenario es poco fiable y es una carta a los Reyes Magos. Un bonito cuento.