Opinión

Mi teclado y yo

Mi teclado y yo hemos vuelto a la Patria y a ambos nos resulta reconfortante, aún estando las cosas como están. No es que en ningún momento se nos pasara por la cabeza que estando a varios cientos de millas la situación iba a ir mejorando, no creemos en los milagros, pero agosto suele suavizar las cosas, al menos desde lejos la perspectiva es otra por aquello de que “lejos de la vista, lejos del corazón”, aunque esto no es del todo cierto, más bien habría que echar mano de aquello que dice que “ojos que no ven, corazón que no siente”, si bien tampoco es aplicable del todo. En fin, que, luego de recorrer otros puertos hasta donde llegaban noticias de una forma vaga y difusa, nos encontramos que, al pisar tierra firme, la situación sigue siendo tan absurda como casi dramática. Vamos a ver: nos enteramos de que el soi-disant presidente del gobierno –lo escribo en minúscula porque la mayúscula le viene grande-, ha dicho, por un lado, que los hombres se quiten la corbata y se la aten al miembro viril –perdonen la ordinariez pero es que una está ya harta-, así tendrán menos calor y necesitarán menos del aire acondicionado. ¡Grande solución, grande conclusión! Luego, que las ciudades se sumerjan en las penumbras para ahorrar energía: ni escaparates, ni farolas, ni las luces de los portales. No me imagino viviendo en un submundo, como en la Barcelona de la Colau. En el Madrid de Ayuso y Almeida –esos gobernantes que tanto odia Javier Marías-, vivimos no en las tinieblas sino en la alegría de la noche con los locales llenos, y en esa negativa rotunda a las “ideicas” del gobierno central de entenebrecer y caldear las capitales para encubrir determinadas maniobras con el gas ruso. Bastante negro y caliente está el panorama como para encima añadir más penumbra a la situación. En esta línea se muestran también los vascos, que pasan de aplicar semejantes normas. El soi-disant que se preocupe más de la destrucción de empleo desde las nuevas reformas de la simpática ferrolana y que se deje de apagones, que bastante oscuro está ya el panorama. Las cifras del paro en julio han sido espectaculares… ¡y lo que te rondaré morena! El absentismo laboral se ha disparado en más de un veinte por ciento y los empleadores no pueden más. ¿Quién suplanta, amiga Yoli, a los que no ocupan su puesto de trabajo por bajas, por menstruaciones o por caspa? ¿A qué viene ese afán de fastidiar al empresario, promoviendo que se harte y se plantee despidos por no poder sostener una situación abusiva? Pero, como si nada, el consejo de ministros –también en minúscula-, cree que abaratando los billetes de tren queda todo resuelto. ¿Y a los que no viajamos en tren qué nos importa, qué ventajas se nos ofrecen en vez? De repente me pregunto dónde están los grandes pensadores, como lo fue Wittgenstein en su tiempo. Hoy quedamos solamente los modestos plumillas, como la que suscribe -que también es disléxica, neurótica y medio tartamuda como el gran pensador del siglo XX-, para poner de relieve la situación ridícula que soportamos sin que nadie se eche a la calle para mandar al infierno a toda esta banda que destruye el país a pasos de gigante.

CODA. El Rey Felipe está en Marivent, y me alegro. Leonor y su hermana, también, y la Reina Sofía, que es la que más disfruta esas estancias mallorquinas. Sería deseable que los veraneos reales volvieran al pasado esplendor, pero hay oposición meridiana por parte de la consorte. Le parece una trabajera insoportable dar lucimiento a uno de los focos turísticos más internacionales del país, que precisamente lo es gracias a la anterior familia Real. Pero ya se sabe que, donde no hay mata, no hay patata.