El bisturí

Sánchez cubaniza España: hasta la luz falla

El país se encuentra gripado y todo va peor que antes de la famosa moción de censura

En la España de Sánchez, poco hay ya que vaya bien. Casi siete años después de su llegada al poder, nuestro país suspende en los principales rankings educativos internacionales, la Sanidad pública se encuentra en uno de sus momentos más críticos, la atención a la dependencia sigue estancada y los transportes colectivos exasperan a diario a miles de pasajeros por sus reiterados problemas técnicos. Si faltaba algo para que nuestro país se pareciera a una república bananera en la que nada funciona, eran los apagones. En la Cuba comunista, los cortes de luz han sido siempre algo tan frecuente como los ataques que lanzan hoy contra Isabel Díaz Ayuso el presidente, sus ministros y los socios radicales que le sostienen. La madre patria regida por la izquierda no ha querido ser menos y el lunes se quedó sumida en la más absoluta oscuridad, aunque como la población es paciente, sobrellevó estoicamente el cortocircuito energético e informativo al que le sometió su Ejecutivo.

La primera comparecencia de Sánchez, horas después de producirse el fallo a la cubana que paralizó el país, sumiéndolo en el caos más absoluto, fue una muestra antológica de retórica repleta de palabras vacuas. Una muestra magna del arte de decir de todo para, en el fondo, terminar no diciendo nada, como hacía también con maestría Fidel Castro en sus célebres arengas al pueblo. Buenas palabras para una pésima gestión.

En esta España ensombrecida por fallos que nadie explica, errores que nadie arregla y reacciones que nunca llegan, han quedado difuminadas algunas estadísticas que demuestran también que el país se encuentra gripado y que todo va peor que antes de la famosa moción de censura. Mucho peor. Alrededor de cuatro millones de personas, por ejemplo, aguardan pacientemente para acceder a la consulta de un especialista y recibir un diagnóstico de su enfermedad en la Sanidad pública, y casi 850.000 se encuentran pendientes de pasar por el quirófano. Por su parte, más de 182.500 personas dependientes permanecen en espera de atención especializada, aunque en realidad podrían ser más de 278.000, según los gerentes y directores de servicios sociales, que acusan al Ministerio de Derechos Sociales de falsear las estadísticas. Por si fuera poco, lo hacen una media de 338 días en el conjunto del país.

Estos datos oficiales ofrecen un resultado preciso, casi milimétrico, del suspenso rotundo de las políticas sociales, una muesca más del cúmulo de fracasos del Ejecutivo en áreas que, paradójicamente, tanto esgrime reforzar. Casi siete años después del cambio de poder político, en la España sanchista el número de enfermos pendientes de ser atendidos por un médico especialista es más alto que nunca, el de pacientes que aguardan una operación se ha cronificado en su punto más elevado y la demora media para una y otra circunstancia se encuentra también en su pico máximo. Para someterse a una cirugía en un hospital público hay que aguardar una media de 126 días desde que el especialista lo prescribe, aunque en algunos territorios como en Extremadura o Andalucía, el tiempo se dilata hasta los 178 y 176 días, respectivamente. En el Madrid de la vilipendiada Díaz Ayuso, la espera es de 48 días, 78 por debajo de la media nacional. La fortuna, hasta ahora, es que había energía eléctrica en España para iluminar los quirófanos durante las operaciones. Veremos si todo sigue igual tras el gran apagón o va a peor.