Política

Hacer de «madre patria» es un engorro

Digo yo, si no convendría ir reclamando a estos criollos la debida reciprocidad entre naciones soberanas e independientes. Como si fuéramos noruegos

Hace ya más de dos siglos desde las independencias americanas y los criollos nos siguen tocando las narices como si no tuvieran nada mejor que hacer, por ejemplo, cumplir las leyes que ellos mismos se dieron. Uno, que da gracias a Dios todos los días por habernos hecho europeos, desearía que, al otro lado del Atlántico, nos trataran con el respeto y el desapego con que tratan a cualquier otro país y, si fuera posible, que nos devolvieran, embaladas piedra a piedra, las murallas de Cartagena de Indias, que nos iba a quedar un puerto «colonial» de lo más apañado en las costas de Huelva. Pero entrando en harina, lo de Bolívar, un tipo al que, hoy, cualquier persona decente no tocaría ni con un palo, presenta algunos rasgos políticos que retratan a una izquierda desnortada y, por lo tanto, peligrosa. Hay que haberse quedado sin referentes para reivindicar a un individuo como el libertador, cuyo concepto de la lucha de clases era bastante discutible, que liberó, eso sí, a los criollos ricos, y puso las bases de lo que, con el discurrir el tiempo, fueron las actuales repúblicas iberoamericanas. El que, como otros espadones, acabara repudiado por los suyos – José de San Martín murió exiliado en Boulogne Sur Mer; a Iturbide y a Morazán los fusilaron; O´Higgins se consumió en Perú mientras la antigua oligarquía española se hacía con el poder en Chile; Freire acabó desterrado en Australia, Sucre fue asesinado en Colombia...– nos habla de una reasignación histórica del personaje por unas élites políticas necesitadas de legitimación, pero no explica el fervor que despierta entre los populistas de la izquierda. El fallecido Hugo Chávez no paró hasta que logró manosear sus huesos y el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, hizo desfilar su supuesta espada en la ceremonia de toma de posesión, saltándose cualquier protocolo y para agraviar al anterior presidente. Y, por supuesto, todo aderezado con los consiguientes ataques a la conquista y colonización española de América, socorrida fuente de todos los males. Esto de hacer de «madre patria» siempre ha sido un engorro, pero, mal que bien, entre las gentes del común nos hemos ido apañando, porque, al final, es más lo que nos une que lo que nos separa. Pero, digo yo, si no convendría ir reclamando a estos criollos la debida reciprocidad entre naciones soberanas e independientes. Como si fuéramos noruegos. Que bastante trabajo tenemos aquí con los socialistas lidiando con Franco, los nacionalistas soñando con un Bolívar y los de Podemos dando vueltas sobre sí mismos en busca de una ideología que llevarse a la boca.