Precio de la luz
Escaparates
El supermercado como termómetro de la situación, como escaparate de una población a la que no le queda más remedio que resignarse a perder calidad de vida y esperar a que escampe
Se sonríe Amador cuando escucha en la radio a un comentarista sugerir a contertulios y oyentes algo que él comprueba a diario desde la caja del supermercado en que trabaja: cómo muchos de los clientes toman un producto y lo devuelven a la estantería al comprobar su precio. Demasiado caro, busco otro. El comentarista lo propone como herramienta para el análisis político, como prueba irrefutable de que la realidad de la calle o del súper es una y la de la política probablemente otra. Lee Amador en el periódico que un estudio de la revista The Lancet, que es el espacio escénico en el que la ciencia registra sus progresos, concluye que cerca de la mitad de los casos de cáncer en todo el mundo se debe a causas evitables, o sea al tabaco, la mala alimentación, la obesidad, la exposición a contaminantes en el trabajo, o la propia contaminación ambiental. Se lo escuchó hace tiempo a Sandra Ibarra, pero ahora la constatación científica revalida la estadística. Nos empobrecemos y además vivimos cada vez peor. Sin duda hay soluciones que están en nuestra mano, como dejar de fumar o procurar hacer algo de ejercicio, aunque sea un poco. Pero ya empieza a quedarse fuera de nuestra voluntad lo de comer saludable o estar sometidos a estrés o porquerías contaminantes. Cada vez es más amplio el abanico de las decisiones que se nos escapan pese a lo mucho que nos afectan. Eso también es pobreza.
El supermercado como termómetro de la situación, como escaparate de una población a la que no le queda más remedio que resignarse a perder calidad de vida y esperar a que escampe, si es que el cielo va a despejar por algún lado. La salud perdida, consecuencia de esa bajada del listón en la calidad de lo que consumimos y hacemos. Hay que comprar más barato y moverse más, cada vez más rápido para sobrevivir y buscarse recursos. Hasta las citas fuera del trabajo empiezan a tener más sentido profesional que personal, se acerca uno a la gente más por interés que por deseos del corazón. Lo leyó también Amador hace poco. Estamos perdiendo el tesoro de nuestro tiempo. No ya sólo tiempo libre, sino tiempo sin más para pensar con claridad o gozar de lo que nos hace felices.
El tiempo, decía el profesor José Luis Sampedro, es vida. No es oro, no, remachaba, sino vida. Y ahí también se deteriora lo que tenemos, ahí también se va desgastando lo que nos sustenta como seres humanos.
Amador está convencido de que quienes toman las decisiones políticas o no van a los supermercados o si lo hacen no se fijan en los precios. Y aplaude la propuesta del tertuliano. Que vengan aquí, que se paseen por los lineales, que pregunten a la gente por qué compra una cosa y no otra. Por qué los estantes de las ofertas se vacían tan pronto. Y a qué se debe que vayan tan deprisa.
La natural y paulatina desnaturalización de la especie humana se acelera en tiempos críticos como éstos. Más aún si quien toma decisiones lo sigue haciendo, y esto sí que es Marca España de la buena, con el criterio cortoplacista de la proximidad electoral. Estamos a más de año y medio para las próximas elecciones generales y ya anda el personal en eso que los periodistas llaman «precampaña». O sea, que los partidos políticos, los que gobiernan o los que opositan y aspiran, piensan más en ganar votos o no perderlos que en solucionar problemas, sobre todo si hacerlo entraña riesgo de desafecto electoral. Aún en tiempos de crisis, lo que hace que esa suerte de estrategia de egoísmo cortoplacista sea en realidad un comportamiento suicida para el país. Y revelador de la grandeza de esta clase gobernante.
Entiende Amador que la política es el arte de procurar el bien común y el político el gestor comprometido con ese propósito. Pero se malicia también que pese a que el personal va mirando cada vez más los precios en el súper porque a duras penas aguanta el tirón de la inflación que se desborda, pese a que el panorama de crisis que se barrunta en el horizonte del otoño tiene pinta de rebasar de largo las previsiones más pesimistas, pese a lo urgente de que quienes gestionan lo público tomen conciencia de que la unidad, aún al precio de la renuncia, es cada vez más clamorosa exigencia, pese a todo ello, aquí seguirá hablando el pequeño interés partidario, y la única renuncia será a tomar decisiones correctas, porque la supervivencia partidaria o gubernamental manda. Parece mentira, pero es así. Nada hace pensar que durante el verano a punto de terminar gobierno y oposición vayan a cambiar ese ADN de la política tan español y tan pertinaz de que en tiempos de votación no se ha de hacer mudanza. Aunque se te caiga la casa.
Termina el verano, empieza el curso electoral: elecciones autonómicas, elecciones municipales, elecciones generales al fondo. Y el personal, vuelve a contemplar Amador desde la caja, mirando los precios y devolviendo los paquetes.
El súper como escaparate. Pero no bajarán, no.
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