Guerra en Ucrania

El azar

En realidad no sabemos si esa supuesta debilidad rusa acercará la victoria del lado de Kiev o impulsará una definitiva y brutal ofensiva del Kremlin. El azar, otra vez ahí.

Ha querido el azar que este septiembre arranque luctuoso. Como si fuera esa rifa en una feria de final de verano, la alegoría a la que acudía Javier Marías para explicar una de las vértebras de su obra: el azar, tan diferente del destino, ese tomar un tren en particular y no otro, optar por este camino y no aquel, las decisiones, pequeñas o grandes, reflexionadas o improvisadas, que terminan por trascender y construir la historia propia o la colectiva. Los pasos que marcan. Asistimos a adioses acumulados, como los que acompañan, por otra parte, en su fluir anónimo a cada uno de los días, pero éstos con repercusión amplificada y en los que algunos vislumbran un fin de ciclo, el ocaso de una era. Las exequias interminables, blindadas por el protocolo británico y retransmitidas en directo, de un reinado que se moduló al devenir de 70 años de historia, y que actúan como acta notarial, teñida de icono pop con pompa y armiño, de la defunción, parece que ahora sí, del siglo XX. Abrumados por las despedidas, hay quien se afana en la búsqueda de designios o causalidades, donde no se concentra más que la conjunción aleatoria del radical mandato del tiempo.

Y ahora, como si fuésemos espectadores privilegiados que viajaran a bordo de un dron globalizado e imaginario, seguimos la pista de giros simultáneos que anticipan posibles efectos dominó. Los avances del ejército ucraniano en el frente de Járkov, la sublevación de ediles rusos, las arengas de la vieja guardia comunista intentando poner nombre a una guerra más de doscientos días después, Scholz y sus conversaciones con Putin, y todo ello (sin desdeñar nunca la ineludible propaganda bélica), marcando una encrucijada en el conflicto que puede mitigar, a kilómetros de distancia, las preocupaciones energéticas, inflacionarias y domésticas. O no. Porque en realidad no sabemos si esa supuesta debilidad rusa acercará la victoria del lado de Kiev o impulsará una definitiva y brutal ofensiva del Kremlin. El azar, otra vez ahí. Siempre.