Cuartel emocional

Tres, eran tres

La Reina Camila ha tenido que soportar en sus británicas carnes la inquina de muchos partidarios de Diana

El otro día, mientras tomaba mi capuccino de las mañanas con bien de canela, y mantenía mis pies untados en crema y enfundados en unos calcetines de aloe vera que guardo como oro en paño (solo tengo un par que compré hace tiempo en el JFK de N.Y.) para cuando tengo algún problemilla tipo cansancio, demasiadas horas de tacón o un vuelo largo y nocturno, oía en la radio –siempre mi amada radio-, a Feijóo entrevistado por un afamado locutor que le inquiría sobre las leyes que empezaría a derogar en una hipotética y más que probable victoria electoral, si bien no debemos perder de vista que hasta el rabo todo es toro y tenemos todavía un larguísimo año y pico por delante, que al soi disant jefe de gobierno no lo despegamos de la silla ni con agua caliente hasta que los electores lo manden a su casa, a hacer calceta. Decía el gallego que serían tres, a saber: la inefable ley de memoria histórica o, como han dado en llamar últimamente, memoria democrática, que de esto último tiene bien poco; la dictatorial ley de educación y la ley del aborto que permite a chiquillas de dieciséis años abortar sin el conocimiento/consentimiento de los padres. También habló de la ley de secretos oficiales, pero no incidió mucho en ella. Veremos si se cumplen estos deseos, estos propósitos, que de buenas intenciones y mejores objetivos están llenitos todos los proyectos y programas electorales. Otra cosa es que, a la hora de la verdad, se cumplan, pero para eso están las inexorables hemerotecas, que tapan la boca al más “pintao”, y los populares caen en el inmovilismo cuando llegan al poder, aun cuando gozan de una amplia mayoría absoluta, como le ocurrió a Rajoy o a Aznar. Y siempre, de forma indefectible, dejan topos enemigos en todos sus equipos y grupos de trabajo. No me lo explico. En ese sentido los socialistas arrasan sin piedad cuando alcanzan el mando. No quedan ni las migas, ni el más mínimo resquicio del pasado. Que me lo digan a mí, que hace ya largos años, hice pasillos y boletines informativos a altas horas de la noche durante una buena temporada en Radio Televisión Galicia cuando cambió de signo el gobierno de la región y presidió la Xunta González Laxe. Y eso que yo, ¡pobre de mí!, ni soy topo de nadie ni mucho menos pincho ni corto en política. Pero las filias y las fobias pueden también mucho en el ánimo del que gobierna y, por un quítame allá esas aversiones o esas simpatías, te pueden hundir o encumbrar.

Que se lo digan también a la Reina Camila, que ha tenido que soportar en sus británicas carnes la inquina de muchos partidarios de Diana, olvidando que, finalmente, un amor sólido prevalece por encima de las dificultades. Item más: que se lo digan si no a los actuales soberanos ingleses que han tenido que aguantar muchas adversidades para conseguir estar juntos y hacer prevalecer su deseo de caminar en paralelo y envejecer el uno al lado del otro. A la vista está la dependencia que él tiene de ella. Con mucha frecuencia los hombres consideran a su pareja el báculo de la vida y eso es bonito. Consejera, amiga, amante, asistente personal, todos esos papeles de los que hoy abominan y abdican las feministas empoderadas, es bonito representarlos y no suponen un demérito para quien lo hace, sino, bien al contrario, es signo de superioridad en la fortaleza y la firmeza del ánimo, en el saber dirigir la vida de la familia y en el mantenimiento y el sostén de la unión amorosa.

CODA. No sé si Letizia estará de acuerdo en las premisas marcadas más arriba en relación con el papel de la mujer en la pareja. Se la ve demasiado autoritaria y no es eso, pero allá cada cual. Imagino que el Rey marca su territorio y que sus lindes son infranqueables. Supongo.