Editorial

Unos Presupuestos de muy corto vuelo

Las previsiones de crecimiento del PIB para 2023, publicadas por el Banco de España, reduciendo en 7 décimas las cifras gubernamentales, no hayan hecho más que confirmar la sensación de que los ingresos previstos en los PGE pecaban de un exceso de optimismo

En menos de 24 horas, los flamantes Presupuestos Generales del Gobierno se han convertido, prácticamente, en una entelequia voluntarista, por otra parte, propia de un tiempo electoral que se presenta tormentoso para los partidos que conforman el Ejecutivo. Vaya por delante que, en términos generales, las cuentas públicas fueron recibidas con indisimulado escepticismo por los principales sectores productivos, que sufren en vivo y en directo la realidad económica, y con un entusiasmo perfectamente descriptible entre la opinión pública, que alcanza, incluso, al sector más favorecido, los pensionistas, muchos de los cuales dudan de la solidez del sistema.

De ahí, que las previsiones de crecimiento del PIB para 2023, publicadas por el Banco de España, reduciendo en 7 décimas las cifras gubernamentales, no hayan hecho más que confirmar la sensación de que los ingresos previstos en los PGE pecaban de un exceso de optimismo. Unas previsiones, hay que destacarlo, que difieren en una sola décima con las de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que rebajan el crecimiento del PIB del 2,1 por ciento estimado por el Gobierno al 1,4 por ciento. Hablamos de las dos instituciones que todavía guardan una cierta autonomía frente al Consejo de Ministros, por lo que cabría preguntarse por la estabilidad de los cargos de sus actuales presidentes, a tenor de lo sucedido con otros órganos del Estado, cuyas evaluaciones no eran del gusto del actual Ejecutivo.

Pero hasta entonces, conviene que los ciudadanos presten atención a lo que explica el Supervisor Bancario sobre las posibles turbulencias económicas, aunque solo sea para el gobierno de sus cuentas domésticas. Porque no son solo las reticencias del Regulador ante un incremento de 15.300 millones de euros en el gasto de las jubilaciones –con el sistema de la Seguridad Social ya en grave desequilibrio financiero–, sino la descripción de un escenario muy poco favorable a las alegrías electoralistas, debido, entre otros factores, «a las mayores tasas de inflación proyectadas, a unas condiciones de financiación menos favorables, al aumento de la incertidumbre y al debilitamiento de la demanda global».

Temores que se sustentan en otros indicadores, que dan cuenta de que la economía del sector privado español se contrajo en septiembre, y tanto la producción del sector manufacturero como la actividad del sector servicios registraron caídas a niveles de enero de 2020. Dado que parece altamente improbable que desde La Moncloa se atiendan a estas señales de alarma y el proyecto presupuestario experimente correcciones en su recorrido parlamentario, el único consuelo que queda es la certeza de que los Presupuestos se hacen para no cumplirse. Al menos, al presidente Sánchez, ya le han servido para alimentar las calderas de la propaganda.