Guerra en Ucrania

Una estrategia económica y diplomática occidental ante la escalada de Vladimir Putin

Si la contienda se convierte en una crisis existencial para Putin, aumenta la probabilidad de que recurra a armas nucleares tácticas

Alexandre Muns Rubiol

La invasión de Ucrania ha provocado la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La ONU ha confirmado la muerte de 5.916 civiles, así como 8.616 heridos, pero el balance real es más alto. Más de seis millones de ucranianos han emigrado a países europeos y otros seis millones están desplazados dentro de su país. Más de 80.000 tropas rusas han perecido y su ejército padece corrupción, falta de moral y de disciplina en parte debido al impago de sus salarios. Después de la inicial derrota rusa en la batalla por Kiev, la ofensiva rusa en el Donbás apenas logró avances. Gracias a la artillería móvil y más de 67.000 millones de dólares en armamento suministrado por EEUU y otros miembros de la OTAN, Ucrania desde septiembre ha liberado casi 6.000 kilómetros cuadrados al este y sureste de la ciudad de Járkiv (la segunda del país) y en el Donbás. La supervivencia política de Vladimir Putin exige que no fracase su campaña militar. Por ello ha tomado medidas drásticas. Decretó la movilización de 300.000 reservistas, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, se han realizado referéndums en cuatro provincias ucranianas controladas parcialmente por las fuerzas rusas. En Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón se intimidó a la población para que votara a favor de la anexión a Rusia. Putin y su máquina de propaganda mediática advierten que responderán a ataques en dichas provincias como si se tratara de territorio ruso, incluso empleando armas nucleares. Ucrania y muchos analistas describen las acciones de Putin como actos de desesperación. Pero desde que se convirtió en presidente en el año 2000, Putin ha superado con relativa facilidad una sangrienta guerra en Chechenia, múltiples ataques terroristas islámicos en territorio ruso y protestas multitudinarias en ciudades importantes después de amañar elecciones. Las clases medias y altas rusas en las ciudades prefieren emigrar o acomodarse a la situación.

La coalición occidental debe aprovechar el éxito militar de Ucrania para desplegar duras medidas económicas, energéticas y diplomáticas que obliguen a Putin a negociar. El presidente ruso ha utilizado la energía y alimentos como armas. Hay que aplicar mano dura a las potencias emergentes que desafían a Occidente. No hay casi ninguna multinacional de países emergentes entre las 817 que se han retirado de Rusia. También hay que alterar la táctica militar. Bombardear las regiones aún controladas por Rusia solamente refuerza la lealtad de su población a Moscú o provoca su huida a Rusia. Cualquier contraofensiva de Putin fracasará porque los nuevos reclutas rusos no serán bienvenidos por unas fuerzas profesionales indisciplinadas. Europa ha podido aprovisionarse de suficiente gas natural de cara al invierno. La UE debe acordar la prohibición total de importación de petróleo y gas natural ruso. Con una mayor aportación de hidrocarburos de EEUU, Noruega, Australia, Catar y las medidas de ahorro e incluso racionamiento previstas, Europa debe acelerar su ruptura total de su dependencia energética de Rusia. Debe escenificarse el aislamiento de Rusia en las próximas cumbres. Indonesia debe retirar su invitación a Putin para asistir en noviembre a la cumbre del G20. EEUU y la UE deben suspender sus acuerdos o negociaciones comerciales con India, Brasil, Indonesia y Turquía hasta que dejen de adquirir hidrocarburos y metales a Rusia. Washington puede aplazar envíos de gas natural licuado a Turquía y suspender su acuerdo de provisión de tecnología nuclear civil a la India. Pero Rusia continuará siendo el mayor país del mundo con una población de 144 millones. Es la undécima economía mundial y posee un arsenal nuclear amplio. No es inteligente humillarla porque se perderá la capacidad de influir sobre líderes actuales o futuros más moderados. Occidente ya ha logrado la futura adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN. Crimea fue entregada a Ucrania por Nikita Khruschev en 1954, sus habitantes son en un 65% de etnia rusa y genuinamente desean ser parte de Rusia. En un posible acuerdo, Rusia mantendría Crimea pero se retiraría del Donbás y del sur de Ucrania. Ucrania no se incorporaría a la OTAN pero sí a la UE. Kiev debe otorgar la máxima autonomía al Donbás y convertir el ruso en idioma cooficial en todo el país. Si la contienda se convierte en una crisis existencial para Putin, aumenta la probabilidad de que recurra a armas nucleares tácticas. Las más pequeñas tienen una carga de entre 1 y 10 kilotones, siendo 1 kilotón equivalente a 1.000 toneladas de TNT. Algunos analistas creen que la amenaza de Putin pretende evitar que Occidente continúe respaldando la ofensiva ucraniana. Aumentaría el aislamiento de Rusia entre las potencias emergentes y disgustaría a su aliado China. Pero un Putin contra las cuerdas es imprevisible. Si recurriera a armas nucleares, la OTAN tendría que responder y la escalada sería aún más peligrosa. No se puede imponer una rendición incondicional a Putin. Mientras Ucrania avanza con prudencia sobre el terreno, debemos demostrar que desafiaremos con éxito el chantaje energético ruso durante el invierno y negociar desde una situación de fuerza con Putin.