Cataluña
Cataluña: otro capítulo del esperpento
«La política catalana se ha convertido en una trituradora que destruye ambiciones y convierte las carreras en efímeras»
Entiendo perfectamente que los españoles estén cansados del esperpento catalán. A estas alturas, la capacidad de hacer el ridículo del independentismo es insuperable. Como catalán estoy harto y comprendo que el tema provoque aburrimiento e indignación. Es cierto que refleja muy bien el nivel de unos políticos que han perdido el norte. La ensoñación independentista ha sido siempre una gran mentira partidista que ha servido como elemento de movilización sustentado en engaños y manipulaciones. Es la expresión de una indignidad que ha buscado influir en los sentimientos de una parte de la población a partir de la invención de un enemigo inexistente llamado España. La realidad es muy distinta. En el momento más complicado de la grave crisis económica de 2008, Artur Mas decidió emprender una huida para esconder la incompetencia de su gobierno y exigió el concierto económico para Cataluña. Nada mejor que culpar a Madrid en lugar de afrontar los problemas estructurales que teníamos los catalanes por culpa, precisamente, de una clase política y sus aliados empresariales, mediáticos y sociales que se habían enriquecido y lo siguen haciendo a costa de los presupuestos autonómicos.
No voy a negar que los catalanes tenemos un profundo apego por nuestra tierra, como sucede en el resto de territorios, y que hay unos elementos culturales muy fuertes. No son incompatibles con nuestra condición de españoles, sino todo lo contrario. Es algo que rechazan los soberanistas, porque tienen una concepción decimonónica, fruto de su ignorancia, que los conduce a querer imponer el catalán y excluir el castellano. El nacionalismo siempre ha sido un gran negocio que ha recompensado generosamente, a costa de todos, a sus palmeros. Esos estómagos agradecidos, algunos hijos del franquismo, han ayudado a promover las mentiras que han sustentado las reivindicaciones y el victimismo antiespañol. El sistema electoral y la división entre los grandes partidos ha favorecido el permanente chantaje nacionalista. Los diferentes presidentes, desde UCD al PSOE pasando por el PP, no han entendido que los nacionalistas tienen como objetivo final la independencia, aunque esquilmando a España. La Historia nos confirma que el Congreso ha sido un lugar para conseguir beneficios fiscales, subvenciones, inversiones y que el resto de las regiones fueran un mercado cautivo para las empresas catalanas. Los diputados nacionalistas eran mercaderes o representantes comerciales generosamente recompensados por las elites a las que representaban.
He de reconocer que me produce una enorme satisfacción la ruptura del gobierno independentista liderado por Pere Aragonès, un ejemplo de esa burguesía de nuevos ricos sin escrúpulos que se han adaptado a cualquier régimen para medrar. En primer lugar, es la confirmación de que los soberanistas, sobre todo, se odian entre ellos. A esto hay que añadir la salida de un hatajo de personajes menores e irrelevantes con escasa formación que no servían a Cataluña sino a sus intereses personales y partidistas. No puede ser que la política se convierta en el terreno abonado para el triunfo de los mediocres. Este nivel paupérrimo es sobrecogedor y contrasta con lo que representaba Tarradellas o Pujol y sus gobiernos. Es cierto que este último era un independentista convencido y sentó las bases, conscientemente, para los problemas que condujeron al 1-O. A pesar de ello, hay un abismo intelectual con respecto al fantoche que ocupa la presidencia de la Generalitat.
El sistema clientelar que existe en Cataluña surgió, precisamente, durante el franquismo, ya que el banquero Pujol y otros empresarios catalanistas crearon unas estructuras que permitieron consolidar unas redes que se incrustaron en el gobierno catalán, así como en municipios y diputaciones. Al final, ha sido el triunfo de Laura Borràs, Jordi Turull, Joaquim Torra, Carles Puigdemont…, así como los consejeros y altos cargos que han abandonado el gobierno de coalición. Durante los primeros años del pujolismo, ERC y sus dirigentes eran meros servidores de los intereses del poderoso inquilino del Palau de la Generalitat. No es algo que me hayan contado, sino que lo he vivido como periodista en primera persona. Eran irrelevantes. A pesar de ello, he escrito en numerosas ocasiones, desde principios de los ochenta, que el objetivo final del nacionalismo era la ruptura y que las concesiones siempre las han entendido como debilidad. El aspecto positivo es que la acción común entre sensibilidades y ambiciones contrapuestas, como sucede actualmente entre ERC y JxCat, era imposible a medio plazo. Era viable durante un tiempo limitado, como sucedió en su momento, pero era insostenible.
La ruptura provoca, también, una profunda crisis en el interior de Junts, porque muchos consellers y altos cargos no querían abandonar los chollos gubernamentales. Los paniaguados que controlaban las consejerías pasan a la marginalidad política. La política catalana se ha convertido en una trituradora que destruye ambiciones y convierte las carreras en efímeras. Hay grandes beneficiados. En primer lugar, los catalanes porque crecerá la desafección. Es indudable que se extiende el agotamiento ante el esperpento. A esto hay que añadir que es perfecto para el PSC, ya que solo tiene que sentarse para esperar que pasen los restos mortecinos de sus enemigos. Finalmente, Sánchez ha conseguido engañarlos a todos y confirma que se han equivocado los que le menospreciaron. La mesa del diálogo ha sido una payasada que ha servido para ganar tiempo y los indultos, aunque fue una medida que no me gustó, pero entendí cuando me la explicó, sirvieron para romper la unidad de acción entre ERC y Junts. El presidente del Gobierno es un político bipartidista, aunque con la idea, comprensible, de intentar que siempre gobierne el PSOE. Consiguió que Iglesias, al que detesta, se autodestruyera y provocara el irreversible declive de Podemos. Ahora ha llevado al independentismo al precipicio y ha dejado que se cayera mientras espera tranquilo recoger los restos para garantizar la estabilidad de su gobierno y la aprobación de los Presupuestos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar