Fiesta Nacional

Fiesta

Los españoles todavía nos miramos de reojo y es hora de que pensemos que no estamos aquí por casualidad

Si hoy de verdad se celebrara la Fiesta Nacional seguramente no estaría escribiendo estas letras, lo que sucede es que, convertida en un parque temático, se celebra un sucedáneo de aviones para llevar a los niños a que a miren al cielo mientras un puñado pita al presidente del Gobierno, así los infantes empiezan a familiarizarse con lo que es España y lo que se celebra cada doce de octubre.

Si hoy fuera, de verdad, la Fiesta Nacional, además de una coreografía militar las gentes correrían por las calles hasta que un fotógrafo captara a una pareja besándose en la esquina de una calle como si Madrid fuera un París de póster adolescente, una capital que de verdad se siente el centro del imperio en el que vivimos, que no es más que un barrio a donde llega el metro que enlaza con el 27, un imperio que puede hacerse andando o en silla de ruedas, pero, en cualquier caso, abarcable.

Las declaraciones pseudoindeginistas que escucharemos hoy de boca de los de Podemos y de esa izquierda hemisferio norte me harán cosquillas al punto de acabar en una carcajada borracha tipo Mel Gibson. La revolución de la América hispana está por venir, cuando los ricos cambien de bando, mientras los que ostentan el poder sigan siendo bastardos descendientes de españoles estaremos en el centro de su diana, pues es mejor pensar que el demonio está al otro lado del océano y no en la mano que les manda. La espada de Bolívar es el semen de fuerza de Ortega Cano solo que allí aún no ha calado la teoría de los machos capados.

Hay un importante porcentaje de la población a la que la bandera de España le sigue oliendo a facha, y no hay argumento que les baje de la falacia, es algo sentimental y las emociones son clavos que hay que quitar levemente para curar luego el agujero con un bálsamo de historia verdadera o, más bien, de sentido común. Los españoles todavía nos miramos de reojo y es hora de que pensemos que no estamos aquí por casualidad. Hoy España me huele al arroz con leche de mi abuela.