Salvador Illa
Illa, la «bala» de Sánchez
La ruptura del Gobierno catalán ha colocado a Illa en una posición de ventaja ante las elecciones municipales en Cataluña de la próxima primavera
Cataluña es el último refugio que le puede quedar a Pedro Sánchez para enfrentarse a las próximas elecciones generales. El cambio de ciclo pesa cada vez más sobre las expectativas de los barones socialistas y ese peso no se relaja por mucha gasolina que esté echando Moncloa al gasto social para ganarse la calle. En medio de la tormenta que los socialistas sienten que se les viene encima, la figura de Salvador Illa emerge desde Cataluña como el último refugio que le queda a Sánchez para intentar compensar la pérdida de poder en el resto del territorio. De hecho, al ex ministro le miran en el partido como la herramienta que necesita el presidente del Gobierno en Madrid para reforzar «de verdad» su equipo, después de que los últimos cambios en Moncloa y en Ferraz los den por amortizados sin los resultados que se esperaban. De Illa esperan ahora que vuelva a tener un papel nacional que tape alguno de los agujeros por los que entra agua en la estrategia nacional.
En estos momentos solo en Castilla-La Mancha y Extremadura confían, sin darlo por hecho, en su capacidad de mantener los gobiernos autonómicos, y a nivel municipal también hay muchas luces encendidas. Un panorama preocupante en el que Cataluña se dibuja como el único dique de contención que Moncloa ve a su alcance para compensar la crecida del PP en Andalucía y en otros territorios que hoy controlan. De hecho, las casandras demoscópicas les están advirtiendo de que hoy pueden perderlo casi todo, pero el círculo de Sánchez confía en sobreponerse a medida que acentúe el reparto de ayudas y el discurso social.
La ruptura del Gobierno catalán ha colocado a Illa en una posición de ventaja ante las elecciones municipales en Cataluña de la próxima primavera. El ex ministro de Sanidad ha jugado con inteligencia, en clave catalana, en dos temas sensibles, los indultos y la política lingüística, y, aunque fuera de Cataluña, chirríe en las estrategias de otros dirigentes autonómicos del partido, su posición es la única viable para conseguir que el PSC pueda sostenerse en sus apoyos actuales y seguir creciendo.
El PSC fue el partido más votado en las últimas elecciones autonómicas, pero no pudo gobernar por la alianza entre ERC y Junts que ha saltado por los aires oficialmente. En mayo se examinará la capacidad del PSC de crecer como partido referente del voto anti procés y de izquierda, mientras ERC se debate en su contradicción entre el pragmatismo y el pulso con Junts. Sánchez verá en mayo el margen de maniobra que le queda para echar arena sobre su fracaso en Andalucía.
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