Política

Taparse la nariz y hacer piña

Si no quieres ver unido al adversario, no le digas a su parroquia desde tu trinchera lo que tiene que hacer

Si existe una manera indiscutible de que el adversario político acabe cerrando filas de forma férrea y sin fisuras, esa es sin duda la de lanzar públicos mensajes a su feligresía y sobre todo a sus cargos remunerados para que rompan la disciplina de partido. Difícilmente una formación política, por muy cargada que esté de razones y por mucho que esas razones sean asumidas por una parte de la formación rival, va a conseguir abrirle una brecha de disensiones, que no sería otra cosa que reconocer los argumentos del de enfrente. Viene esto a colación de los muchos mensajes lanzados desde el Partido Popular hacia dirigentes del PSOE a los que se arroga sentido de estado, para desmarcarse desde dentro, de la línea marcada por Pedro Sánchez en asuntos de calado como son los acuerdos parlamentarios con Bildu o sobre todo la reforma del Código Penal para acabar con el delito de sedición tal y como se entendía. Desde el PP no se ha dudado en apuntar a los «barones» socialistas poniéndoles en el brete de asumir la citada línea marcada desde Moncloa con el consiguiente coste electoral, o llamar poco menos que a la rebelión interna a los diputados de sus circunscripciones regionales para saltarse la disciplina de voto a la hora de apretar el botón en el Congreso con asuntos como la sedición. El efecto no solo ha sido el caso omiso por parte de los diputados del grupo del Gobierno, sino muy mas allá, un tocar a rebato para escenificar, si cabe más que nunca, la unidad y cohesión internas entre las filas del PSOE.

La experiencia tiene no pocos ejemplos en nuestra política y tal vez el más emblemático fue el vivido hace unos años con los mismos actores, pero con los papeles cambiados entre gobierno y oposición, cuando desde las filas de la izquierda se llamó a los diputados de la derecha –por entonces todos del PP– a no apoyar en el Parlamento una participación española en la guerra de Irak con la que gran parte de los populares –Rodrigo Rato a la cabeza– no estaba de acuerdo. El resultado de la votación fue el cierre de filas sin fisuras en torno a Aznar y además con dos huevos duros. Ergo, si no quieres ver unido al adversario, no le digas a su parroquia desde tu trinchera lo que tiene que hacer. Serán vendepatrias, pero son sus vendepatrias.