mundial-2022
El Mundial de la indignidad
«Llevan mucho tiempo untando la maquinaria política con sobornos y regalos para blanquear su régimen autoritario»
La celebración del Mundial de fútbol en Qatar ha confirmado una línea de conducta que se remonta a las primeras civilizaciones. El dinero lo puede comprar todo. Los occidentales somos especialmente sensibles a la «generosidad» de los autócratas. A cambio de un buen espectáculo y miles de millones de dólares somos capaces de arrodillarnos sin ningún pudor. Un arribista como el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ha sido el maestro de ceremonias en el intento de blanquear el régimen autoritario de la familia Al Thani. Infantino es el típico burócrata ambicioso e implacable, como sucede en muchas multinacionales o grandes empresas, capaz de cualquier indignidad con tal de cobrar su sueldo millonario, sus bonus y mantener su privilegiada posición como mandamás del fútbol mundial. Nada que nos tenga que sorprender. Centenares de millones de aficionados han disfrutado del espectáculo futbolístico organizado a golpe de talonario. Qatar es un país amigo porque tiene petróleo, gas e inversiones multimillonarias en las empresas occidentales. Nos resulta irrelevante que no se respeten los derechos humanos y las libertades políticas. No existe democracia, pero es más aceptable que Rusia o Corea del Norte. El carácter abyecto de un sistema político depende de nuestros intereses y la confortabilidad que nos ofrezcan sus recursos naturales o sus inversiones.
La familia Al Thani tuvo la visión de comprar un Mundial. El emir sabía que era una oportunidad impagable para mostrarse al mundo como un país moderno y dinámico. Al fin y al cabo, lo hace con el dinero que obtiene vendiéndonos el gas y el petróleo que tan necesarios son para que funcionen nuestras economías. Es imposible encontrar una plataforma propagandística más eficaz. La mala suerte ha hecho que coincida con el mayor escándalo de corrupción del Parlamento Europeo. Los petrodólares cataríes han servido para comprar parlamentarios, asesores y no sabemos a cuánta gente en Europa, Estados Unidos y otros países defensores de la democracia. El Mundial no era suficiente, sino que llevan mucho tiempo untando la maquinaria política con sobornos y regalos para blanquear su régimen autoritario. Al final, el escándalo quedará en nada, salvo los pringados que han sido pillados con las manos en la masa, porque nadie quiere enojar al emir y sus despóticos familiares. No sea que nos cierre el grifo del gas y el petróleo.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).
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