Opinión

Lo más punk del libro de Harry

Algo me dice que Harry y Meghan se fuman un porrito para dormir

Ahora que lo he terminado, y pese a no haberlo escrito él, me pregunto si duerme. Ya saben, la noche es el momento en el que bajamos la guardia de los quehaceres y las trampas mentales, cuando se hace el silencio y todos los fantasmas acuden a la fiesta de nuestra inquietud. Ellos y la culpa, para el que la tiene (capacidad de arrepentirse) y para el que no toma pastillas con las que saltarse ese proceso y conciliar el sueño cual bebé.

Yo, como ustedes, cada noche repaso mi conciencia y analizo, sin trapos calientes mis decisiones, actuaciones y cómo o en qué medida he podido hacer sentir a los demás. Por eso, dado que no siempre estoy de acuerdo conmigo misma, y algunas noches no he descansado bien, me pregunto cómo dormirá Harry, con la que tiene liada; y si duda o no duda de sí mismo, como cualquier persona inteligente y sensata.

Para serles totalmente sincera, algo me dice que Harry y Meghan se fuman un porrito para dormir. O al menos él. ¿Tendrá el cannabis relación con la biografía de este hombre privilegiadísimo, que se está cargando todo por lo que ha trabajado su familia y que se levanta y se acuesta desde el victimismo y la paranoia?

Por cierto, estas memorias, con las que Harry pretende dar penita sin conseguirlo, son muy golosas, se las recomiendo a todo el que le interese la monarquía como institución y el republicanismo como alternativa. En ellas, este ex soldado de la casa Windsor, nos suelta bombas como que su hermano es un ser frustrado y reprimido que a veces pasa al extremo de la violencia física. Que tanto él como Kate Middleton eran fanáticos de la serie Suits (y digo yo: ¡simplones!)… Que el heredero al trono llegó a su propia boda apestando a alcohol, y que tuvo que darle un caramelo para atenuar su pestilencia. Que detesta a Camila, el azote de su madre, que convirtió la habitación de Harry en vestidor al mudarse con su padre y que realizó turbias filtraciones a la prensa para lavar su propia imagen de bruja y de villana.

Y sí, el muchacho nos habla de sus carencias afectivas por los palacios Windsor, por los colegios de multimillonarios y especialmente por los caminos oscuros del duelo de su vida, mal cerrado, por cierto, que es el de la horrible muerte de Lady Diana, cuando tenía doce añitos. Y cómo su padre, en un derroche de cariño, cercanía y espontaneidad fue hasta su cama a decírselo, le acarició un poco la rodilla y se piró, dejándole solo (a un niño que acaba de perder a su mamá) toda la noche, y durante días, sin poder hablar, según Harry, del tema con nadie. Reconozco que esa parte es conmovedora y que una, como madre e hija, empatiza.

La cosa es que Harry no supera ese desgraciado suceso, y no lo juzgamos, porque parece que nadie le ayuda a desahogarse, ni a entenderlo. Ante la adversidad las personas inteligentes se crecen (resiliencia) y aprenden (se hacen conscientes de la existencia dolorosa y bla bla…) y las tontas se tuercen. Y nuestro Harry va y se tuerce, se acerca a los tóxicos, que no son disparatadamente beneficiosos con vistas a alcanzar la salud mental…Y se le hace bola todo, y lo canaliza fastidiando en lo posible a cuantos él considera que no ayudaron a ser feliz a su madre, y, por supuesto, a los que considera que participaron de su muerte o se beneficiaron de ella. Es comprensible, cómo no.

Mi teoría con respecto a Harry y su vivencia es que está totalmente mediatizada por ese trauma y por los porros. De ahí la médium, las paranoias, de ahí que él decida convertirse en la nueva Lady Di y tomar el testigo del insurgente de la familia, y recrear los escenarios por donde transitó su madre incluyendo los aldabonazos mediáticos... El tirar de la manta… Y hablando de textil-hogar: no salgo de mi asombro con la descripción de las austeridades de la familia real inglesa mezcladas con el máximo esplendor. Mantas y sábanas con decenas de remendados y recosidos…Y el escudito real.

Pero sigamos, Lo malo es que Harry también pretende, con cero autocrítica, que el dinero no da la felicidad y mira ¡no!, por ahí no pasamos. Y no es que el dinero sea como una varita mágica que a uno le cambie el ánimo, pero seamos sensatos: todos sufrimos en el planeta tierra, todos tenemos problemas, más o menos merecidos, a todos, la vida nos propina sus buenas patadas en el trasero. La diferencia, querido Harold (así le llama su padre) es que no todos tenemos, como tú, cada vez que las cosas se ponen feas un plan B estupendo. ¡Un plan B increíble! ¡¡Un lujo de plan B, a medida!!

El libro se divide en tres partes, la de su infancia y orfandad, que sí; la del ejército, “oigan no soy un inútil, que he matado a 25 afganos malísimos”, sáltensela; y la de Meghan, libre de cualquier atisbo de responsabilidad donde cuenta lo malos que son todos y lo virtuosos que son ellos dos basándose en unas cuantas chorradas: como cuando Markle le pidió en un evento el cacao o brillo de labios a su cuñada y Middleton se lo dio a regañadientes y con cara de asco. Debe ser escrupulosa, la gachí.

El rey Carlos III, sale quizá menos amoratado del libro, y está deseando hacer las paces con su díscolo pelirrojo (al que apodó el “Repuesto”, de ahí “Spare”) porque a su edad tiene claro que no es bueno medirse con un tonto. Ya saben, un tonto con tiempo e iniciativa. Un tonto con resentimiento y en posesión de la virtud...