Irene Montero
Ahora, Irene Montero también es juez
Lo de Alves pinta mal, pero que desde el Gobierno se desprecie la presunción de inocencia es muy grave
Yo no sé si Dani Alves es culpable, pero el asunto pinta mal. En su favor juega que se presentó voluntariamente ante el juez de Instrucción, que niega la mayor, es decir, que fue una relación consentida, que la acusación ha pasado sin solución de continuidad de unos tocamientos, que es lo que afirmaban los periódicos, a una violación en toda regla, con golpes en el rostro de la víctima incluidos; que se despidió de la joven y que la Policía no actuó tras la primera denuncia pese al flagrante delito.
En su contra, la firmeza del relato de la mujer, restos biológicos que señalan al futbolista, testigos de los momentos anteriores y posteriores a la supuesta agresión, partes médicos, un peritaje forense, ignoro si de parte o judicial, que ha hallado restos de semen del acusado en el lavabo del reservado de la discoteca donde se produjeron los hechos denunciados, las contradicciones del acusado y, subjetivamente, la experiencia periodística de que si una mujer con la que has mantenido una relación sexual en lugar de despedirse con un beso te lleva al juzgado es que algo no está bien.
Todavía hoy, muchas chicas que han pasado por ese trance prefieren no denunciar, porque se sienten señaladas por falsas culpabilidades. Esa hipocresía social que mira de soslayo la hora de la madrugada y el largo de la falda. Nos dirán que hay denuncias falsas y es cierto. Pero la realidad es que son una absoluta minoría. Luego están los de los atenuantes. Los del estaba bebido, entendí que consentía, no me dijo que no, ella también iba puesta de todo y similares. Será machismo, pero a mí me enseñaron que los hombres, siempre, tienen que proteger a la mujer. Más, si ella, por las razones que sean, se pone en una situación de vulnerabilidad.
Y, claro, también está Irene Montero, nuestra inefable ministra de Igualdad, incapaz de calibrar el daño que hace a las mujeres. No sé si Dani Alves es culpable, gracias a Dios yo no tengo que juzgar y confío en que si la juez y los fiscales le han impuesto la prisión preventiva, con los perjuicios personales, familiares y profesionales que esta medida acarrea inevitablemente, sea desde la convicción de los indicios y la toma de declaraciones de los implicados.
Pero a Dani Alves, como a cualquier ciudadano, famoso o no, le asiste el derecho a la presunción de inocencia y hay que preguntarse qué concepto tiene de su papel como miembro de un Consejo de Ministros democrático una política que publica en la cuenta oficial del Ministerio una fotografía del acusado y un texto de autoelogio que da por sentada la culpabilidad de quien no ha sido juzgado. Una invitación al linchamiento mediático por parte de quien se queja de unas críticas absolutamente razonables a cargo del fiasco de su ley del «sí es sí». Que pretende amordazar a una Prensa que, sin prisa ni pausa, va contando el número de violadores y agresores sexuales que van saliendo en libertad por su impericia sectaria, y a la que, además, no se la cae la palabra «machista» de la boca cuando la realidad, tozuda, le estalla en el rostro. Sí, soberbia infantil, que dice Carmena, una mujer con algunos trienios de juez a sus espaldas, y a la que, cosas peores hemos visto, acabarán por tildar de fascista. Pero la responsabilidad última no es de Irene Montero, es de Pedro Sánchez, nuestro ínclito presidente del Gobierno, que ha hecho caso omiso de esa advertencia secular de que «quién con infantes (políticos) pernocta, excrementado alborea».
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