Terrorismo

El asesinato de Algeciras sí tiene que ver con la religión

Si la Justicia investiga, lo menos que podrían hacer los ministros es guardar cautela en lugar de lanzarse al cuello del líder de la oposición como si el asesino fuera él

Un musulmán radicalizado asesina a un sacristán en Algeciras. La Justicia cree que con «fines terroristas». Esos son los hechos. Para el Gobierno de España es un «incidente». Aquí sufrimos el horror del 11-M en Madrid y del 17-A en Barcelona; no puede decirse que estemos al margen del objetivo de los radicales. Repiten sin cesar que en España convivieron tres culturas cuando habría que explicar que aquí se destrozaron unos a otros si se mira la Historia como es debido. Y, sin embargo, el ataque se considera como el rasguño de un loco en el visillo de una iglesia.

Cuando Feijóo dice que el crimen tiene que ver con la religión no está faltando a verdad. No es una opinión, es un hecho. Los islamistas de la masacre de «Charlie Hebdo» no tienen antecedentes más extraños que el del «lobo solitario» de Algeciras. Yassine Kanjaa se fue radicalizando poco a poco y se volvió extraño para sus conocidos. Como casi todos los yihadistas que han atentado en suelo europeo. Parecía que participaba de la convivencia pero la venganza anida en los colchones menos esperados. También los hay «locos» que matan a mujeres o a niños y no se sacan los cadáveres de la siniestra lista de violencia de género.

Si la Justicia investiga, lo menos que podrían hacer los ministros es guardar cautela en lugar de lanzarse al cuello del líder de la oposición como si el asesino fuera él. En lugar de pedir unidad política ante ataques como este se coloca dinamita en los cimientos mismos de la casa común. Marlaska debería responder por qué no se expulsó al individuo cuando existía una orden para hacerlo. De alguna forma, el titular de Interior no solo es responsable de sus arrugas sino también del anciano devenir de sus propias normas. Al menos podría haber asistido al funeral de la víctima. Un detalle.

El islamismo, ese proceder en los márgenes del Islam, es culpable de demasiada sangre inocente que la política no respeta. Sin Islam no hay yihadismo. La religión, en este caso, es un acicate o una excusa, de acuerdo, para la barbarie. Feijóo no yerra. Pero ha de ser él el que cargue con el muerto. Se emperran sus enemigos en buscar terroristas cristianos, el primero, claro, Jesús de Nazaret. Todo lo que haga un musulmán tiene una explicación mientras al resto, que se le supone de tradición cristiana, se le crucifica al primer indicio de maldad. Y así, la izquierda clava el debate en su vomitorio. Esa es su experiencia religiosa.