Política exterior

Nuestro vecino y aliado

«Necesitamos llevarnos bien con Marruecos e incrementar todo tipo intercambios»

Algunas actitudes hacia Marruecos siempre me han parecido racistas y neocolonialistas. Es la única explicación. Esa superioridad que mostramos los europeos hacia los países que habían sido nuestras colonias, en este caso un protectorado, resulta muy irritante, así como un insulto a la inteligencia. Nunca tuvimos ningún derecho a inmiscuirnos, ni nosotros ni los franceses, en la vida marroquí. Es cierto, que ese expansionismo fue una constante en la Edad Moderna y siguió en la Contemporánea, aunque lo es también en todos los imperios desde los albores de la Civilización. Al amparo de las exploraciones, los europeos nos lanzamos a la conquista de nuevos territorios. No se hizo todo mal. En cualquier caso, no podemos analizar la Historia desde la mentalidad actual, porque las guerras de conquista, como ha sucedido con la invasión rusa de Ucrania, ahora son inaceptables. En este caso, lo que critico es la arrogancia a la hora de analizar las relaciones con un vecino y aliado como Marruecos. Es un gran país en todos los sentidos y aunque no conozco a todos los marroquíes, utilizando la famosa frase de Churchill, los que he tenido la oportunidad de tratar me han causado siempre una excelente impresión. Lo mismo me ha sucedido cuando he conocido ese país, aunque menos de lo que desearía.

Es habitual encontrar o escuchar comentarios despectivos. Las descalificaciones a su rey han sido y son algo habitual. Por supuesto, cuestionamos su democracia, porque consideramos que es inferior a la nuestra. No valoramos adecuadamente la profunda transformación social, económica y política impulsada por Mohamed VI, pero antes por su padre. Hassan II fue un gran jefe de Estado, que paró al islamismo radical y sufrió varios intentos de asesinato y golpes de Estado. La arrogancia europea nos hace olvidar que vivimos durante siglos sometidos a sistemas absolutistas, que provocamos dos guerras mundiales y que los conflictos religiosos, bélicos y las invasiones fueron habituales en el continente durante dos milenios. Ahora somos arrogantes, ricos, poderosos y demócratas. Por ello, damos lecciones a todos. Necesitamos llevarnos bien con Marruecos e incrementar todo tipo intercambios, aunque solo sea por egoísmo. En mi caso creo que tenemos que hacerlo por convicción, lealtad y afecto hacia un país que es amigo y aliado. Es una pieza clave para la estabilidad en el Magreb.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)